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Franja Institucional
Por un Dane Moderno
Nuestra gente tiene mucho que contar… en esta sección abrimos un espacio para destacar historias de vida de gente DANE que en muchos lugares del país desarrolla actividades artísticas, humanitarias, sociales, pedagógicas y que con su esfuerzo extra se destacan en su comunidad.
Por un Dane Moderno
Una noche en Ubalá
En la realización del Tercer Censo Nacional Agropecuario los servidores del DANE hicieron parte del mayor ejercicio estadístico a nivel nacional en la historia de la Entidad, un escenario donde enriquecieron sus conocimientos y en el que se tejieron muchas anécdotas e historias para recordar.

Fueron 13 meses de largos trayectos, unas veces a lomo de mula o a pie y otras a través de terrenos agrestes con días soleados y lluviosos. Días en los que no solo se recolectaron datos sino en los que también se tejieron cientos de historias divertidas y asombrosas. Fiel reflejo de la multiculturalidad de Colombia.

Una de ellas, es la que nos comparte Henry Gómez Pinzón, servidor de la Dirección de Censos y Demografía, quien tuvo la oportunidad de liderar un grupo durante la realización del 3er CNA, en la que cuenta que una noche, luego de separarse del grupo de encuestadores, al terminar la jornada laboral, se vio involucrado junto al conductor del campero en el que se desplazaba y una joven que apoyaba el proyecto en Ubalá (Cundinamarca), en un hecho paranormal.

Henry recuerda que aquella noche la oscuridad era total, escasamente se veía a un metro de distancia y que solo se veían las luces que proyectaba el campero. Al desplazarse, casi que a mitad del trayecto, se comentaban las cosas del día y lo pendiente para el siguiente, el conductor dijo: «voy a detenerme un instante a recoger un poco de agua para echarle al radiador», se detuvo justamente donde se escuchaba el ruido peculiar de una corriente de agua, que no era más sino el murmullo de un hilillo que bordeaba la carretera. Luego de bajarse del vehículo, la joven y el conductor se dirigieron hacia la parte trasera del vehículo, cada uno con una botella para recoger agua, mientras que Henry, por su parte, se dirigió hacia delante.

A pocos segundos, el conductor gritó: —¿dónde están compañeros?, don Henry, ¿dónde está?—, su voz se notaba entrecortada, nerviosa, casi que en histeria y nuevamente dijo: —don Henry—, se sintió un silencio abrumador y la voz, como sus palabras, fueron disminuyendo en su tono, al momento dijo lentamente: —¿dónde está, don Henry, dónde está?—, a lo que Henry contestó en voz alta, que se encontraba delante del campero.

El conductor entrado casi que en pánico le dijo: —no don Henry, no me asuste, por favor deje de hacer esas bromas—. Él respondió nuevamente que no, que estaba adelante y esta vez la que se pronunció fue la joven diciendo: —no puede ser, usted está aquí con nosotros y nos está asustando—.

Ante esta extraña situación y el miedo que se escuchaba en sus voces, Henry se dirigió hacia ellos y al escucharlo y verlo, que efectivamente estaba en la parte delantera del campero, corrieron tan rápido como pudieron, dejando las botellas tiradas y en medio de gritos abordaron el vehículo. Henry relató que en el momento no entendía lo que había pasado ni el por qué de lo que les había causado tal conmoción, y narró lo siguiente:

Estaban descompuestos, gritaban que nos fuéramos de allí, la muchacha fue la primera que subió al campero y luego nosotros, el conductor no encontraba el encendido del vehículo, estaba temblando, sudaba copiosamente, estaba muy alterado y nervioso, sus ojos puestos enfrente, mirando el retrovisor con un miedo inusitado, como si sombras lo estuvieran persiguiendo, hasta que por fin, prendió el carro y salió como huracán en tormenta, llevando el campero hasta el límite de su velocidad.

Tras llegar a la entrada de Mámbita (Cundinamarca) y el conductor ya con tranquilidad pero con asombro le contó a Henry:

Cuando bajamos al pequeño riachuelo, vimos que había agua y nos agacharnos a recogerla, pero luego notamos que había solo arena en nuestras botellas. En ese momento sentí que alguien nos tocaba el hombro como queriéndonos decir que le prestáramos atención, a lo cual, dado que no se veía nada, pregunté si usted estaba ahí. Como dijo que no y su voz se notaba lejana, la muchacha también miraba a todos lados preguntando quién estaba allí, tocando su hombro y fue allí cuando ella prendió la luz del celular y notamos que efectivamente estábamos solos y que usted estaba retirado e inmediatamente volvimos a sentir, al mismo tiempo, la mano fría de alguien y algunas siluetas de varias personas; fue en ese momento cuando lo vimos a usted enfrente del carro. Esas siluetas se quedaron mirándonos fijamente, corrimos hacia el campero, sentimos que eran varias personas que estaban allí con nosotros, ante eso, botamos las botellas y corrimos al carro. Eso jamás me había pasado.

Tiempo después y luego de comentar lo acontecido con otros pobladores de la zona, se supo que Henry y los demás estaban esa noche frente a una finca, donde tiempo atrás se perpetró una masacre; algunos de los pobladores y compañeros de trabajo del CNA, en esa región, creen que fueron espíritus los que se les aparecieron al conductor y a la Joven.

El operativo se desarrolló con éxito, la historia quedó en la memoria de sus protagonistas y con la certeza de no volver a pasar por allí a esa hora, «en donde sombras nefastas y desconocidas lo acompañaron en su labor, aquella noche inolvidable.» dijo Henry, en medio de sonrisas.

Junto a esta historia existen todo tipo de anécdotas que enriquecieron este importante ejercicio censal, que sin duda se convirtió en una gran experiencia para quienes aportaron su granito de arena, desde todos los ámbitos del proceso, tanto a nivel personal como profesional. Para muchos, su primer trabajo, otros conocieron y fortalecieron su experiencia, un nuevo logro para su lista; pero para el país y para el desarrollo del campo colombiano, un insumo sin precedentes que permitirá una mejor toma de decisiones.