Introducción.
Durante las últimas décadas, contrario al comportamiento
de la fecundidad total, la fecundidad
adolescente –o la fecundidad en las mujeres
menores de 20 años– no muestra un comportamiento
consistente a lo largo de América Latina
y el Caribe. En algunos países desciende desde
1970, mientras que en otros aumenta o se mantiene
constante. En países como República Dominicana,
México, Ecuador y Perú, ha mostrado un
descenso permanente, aunque mucho más lento
que el observado en la fecundidad total. En otros
países, como Colombia y Brasil, muestra una
tendencia creciente en la última década (Singh,
1998; Flórez y Núñez, 2002). Lo que sí es común
en los países latinoamericanos es el rejuvenecimiento
del patrón de fecundidad, como consecuencia
de unos cambios más lentos en la fecundidad
adolescente frente a la fecundidad total.
Esto es aún más marcado en los países en donde
se ha observado un incremento en la fecundidad
adolescente, como es el caso de Colombia y Brasil
(Flórez y Núñez, 2002).
En el caso colombiano, las encuestas de demografía
y salud permiten identificar, a partir de
los años noventa, un aumento persistente en
la fecundidad adolescente. La tasa pasa de 70
por mil en 1990, a 90 por mil en 2005 (Flórez
y Soto, 2007). Al igual que la tasa de fecundidad
adolescente, la proporción de adolescentes
madres o embarazadas se ha incrementado significativamente:
del 12,8% en 1990, al 20,5%
en el 2005, es decir, este indicador de fecundidad
adolescente aumentó en un 60% durante los
últimos 15 años. Las cifras son aún mayores si
se consideran las adolescentes que alguna vez
han estado embarazadas, es decir, si se incluyen
aquellas que han tenido alguna pérdida –ya sea
nacido muerto o aborto espontáneo o inducido–,
cuya proporción aumenta del 13% en 1990 al
22% en el 2005, lo que significa un aumento
cercano al 70% en los últimos 15 años (Profamilia,
2005).
La fecundidad adolescente no es homogénea
por zona ni región geográfica ni por nivel
socioeconómico. El diferencial rural/urbano en
2005 indica que, en promedio, la fecundidad es
un 50% mayor en las zonas urbanas que en las
rurales (Flórez y Soto, 2007). Los diferenciales
regionales son aún mayores cuando se considera
el nivel departamental: los departamentos de los
antiguos territorios nacionales son los de mayor
proporción de adolescentes madres o embarazadas
(32% en Caquetá), mientras que los
departamentos localizados en la zona andina son
los de menor fecundidad (13% en Nariño). En
general, no puede decirse que haya una relación
entre fecundidad adolescente y nivel de desarrollo
del departamento (ya sea por Índice de
Calidad de Vida o por Índice de Desarrollo
Humano); los de menor nivel de desarrollo no son
los que presentan los mayores niveles de fecundidad
adolescente: La Guajira y Nariño son departamentos
de relativo bajo nivel de desarrollo y presentan
bajos niveles de fecundidad adolescente.
Esto sugiere que, además de las condiciones
favorables del desarrollo –como la educación–,
existen factores contextuales que afectan la
fecundidad adolescente.
Por otra parte, varios estudios muestran que la
fecundidad adolescente no es homogénea por
grupos socioeconómicos, sino que es más alta
entre los grupos pobres (Guzmán, Hakkert y
Contreras, 2000; Ordóñez y Murad, 2002). Ya
sea que se utilice como variable de estratificación
socioeconómica el nivel educativo o el índice de riqueza del hogar, se puede afirmar que existe
una relación negativa entre el nivel de fecundidad
adolescente y el nivel socioeconómico, en donde
las adolescentes de los quintiles más bajos tienen
mayor probabilidad de ser madres que las
de los estratos más altos (Flórez y Soto, 2007).
En cuanto a las relaciones entre unión y fecundidad,
Rodríguez (2003) muestra, para varios
países de América Latina, que la maternidad
adolescente ocurre en uniones consensuales
principalmente, pero se observa de manera no
despreciable en mujeres solteras. Se da una tendencia
a que el madre-solterismo en adolescentes
aumente con el estrato socioeconómico, lo
cual evidencia dos modalidades de fecundidad
adolescente: “una tradicional (en los estratos
bajos) con una trayectoria reproductiva intensa
que acontece en el marco de una unión, y otra
‘moderna truncada’ que es más bien resultado
de una actividad sexual fuera de la unión.”
(p. 29). En los casos de fecundidad adolescente,
y especialmente en el madre-solterismo,
las redes familiares son un apoyo crucial. Como
afirma Rodríguez (2003), “en todos los países
las madres solteras residen, en su mayoría, en
los hogares de familiares, preferentemente sus
padres. Así, contar con el apoyo de los progenitores
y de la red familiar en general sigue siendo
uno de los mecanismos ante la fecundidad alta
más importante en la región; más aún, en los
países en que es posible efectuar comparaciones
diacrónicas, se advierte de manera sistemática
que la maternidad adolescente se asocia crecientemente
con una inserción secundaria en el
hogar de los progenitores (sobre todo los de la
muchacha)” (pp. 41).
Este estudio tiene como objetivo, con base en la
información del Censo de Población y Vivienda de
2005, evaluar la tendencia de la fecundidad adolescente
de los últimos años y analizar los diferenciales
socioeconómicos, profundizando en los
aspectos geográficos. Los censos de población,
por su carácter de universalidad, son la única
fuente de información que permite analizar a
niveles geográficos desagregados, fenómenos de
baja frecuencia, como la fecundidad adolescente.
Aunque de frecuencia no muy alta, el fenómeno
de la fecundidad adolescente es considerado de
gran importancia, no sólo debido a que ha venido
en aumento durante las últimas décadas, sino
por las implicaciones sociales negativas que conlleva
tanto para la madre y el niño como para la
sociedad en general. De igual forma, los grandes
diferenciales regionales y sociales ponen
de manifiesto, no únicamente la importancia de
los factores contextuales, sino las inequidades
respecto a este fenómeno. Por estas razones,
contribuir al entendimiento del tema es de gran
aporte social.
1. Marco conceptual
1.1. La adolescencia
La falta de consenso sobre el significado de la
adolescencia ha llevado a definir a los adolescentes
en términos de un rango de edad lo suficientemente
amplio: 10 a 19 años. Dado que durante
este periodo se dan cambios físicos y psicológicos
profundos, el periodo de adolescencia se
puede dividir en tres estadios (Elliott y Feldman,
1991): (1) adolescencia temprana, que corresponde
a las edades de 10 a 14 años, cuando los
profundos cambios físicos y sociales coinciden
con la pubertad; (2) adolescencia intermedia,
que va de los 15 a los 17 años y corresponde
a un periodo de creciente independencia de los
padres y la familia, y (3) adolescencia avanzada,
que va hasta los 19 años. Dada la información
disponible para este estudio, se adopta la definición
de adolescencia en términos de edad,
restringiendo el grupo a las edades entre los
12-19 años; no obstante, con fines comparativos,
en algunos casos se limita el grupo a los de
15-19 años.
1.2. La fecundidad
En su definición restringida, la fecundidad se
entiende como la capacidad efectiva de producir
un nacimiento. Para la medición de la fecundidad
adolescente se utilizan dos indicadores: (1) la
tasa específica de fecundidad para el grupo de
edad 15-19 años (o 12-19), y (2) la proporción
de adolescentes madres.
Con el fin de poder entender el comportamiento
de la fecundidad adolescente, es necesario partir
por entender sus factores determinantes.
Con base en la literatura sobre el tema, puede
decirse que las condiciones socioeconómicas y
contextuales actúan sobre el nivel de la fecundidad
a través de los determinantes próximos
(diagrama 1). Davis y Blake (1956) identificaron
tres grupos de factores que intervienen entre las
normas y la estructura social de una sociedad y
su nivel de fecundidad, denominados determinantes
próximos: aquellos relacionados con la
exposición al riesgo de embarazo, con la concepción
y con la gestación. Desarrollos posteriores
han incluido la infertilidad posparto y se han
centrado en aquellos factores que son determinantes
importantes de la fecundidad y que, al
mismo tiempo, varían entre grupos poblacionales,
a saber: inicio de las relaciones sexuales/matrimonio/unión, anticoncepción, aborto e
infertilidad posparto (Moreno y Singh, 1996). Se
esperaría que el efecto de exposición al riesgo
de embarazo es menos importante, entre mayor
sea la aceptación y el uso de métodos de planificación
familiar. Igualmente, entre mayor sea la
exposición al riesgo de embarazo y menor sea
el acceso a métodos de planificación familiar,
mayor la importancia del aborto. Sin embargo,
Guzmán, Hakkert y Contreras (2000) afirman
que en la mayoría de los países latinoamericanos
es más probable que el embarazo previo a
una unión estable termine en matrimonio que
en aborto.
De acuerdo con este marco conceptual, los
determinantes socioeconómicos influyen directa
e indirectamente, a través de los determinantes
próximos, sobre la fecundidad. Dentro de los factores
socioeconómicos están aquellos del contexto
social en el cual el adolescente vive, incluido el discurso
social sobre el matrimonio, la actividad sexual
previa a una unión estable, la pareja, el amor, la
familia, etc., y los factores socioeconómicos micro
o características individuales del adolescente y del
hogar donde reside.
Dado el tipo de información que aquí se utiliza
(información censal), el análisis se centra en
algunos de los determinantes socioeconómicos
a nivel del hogar/individuo (nivel educativo,
tipo de hogar), en algunos de los contextuales
a través de las desagregaciones geográficas, y
en algunos de los determinantes próximos (en
particular, la condición conyugal); el análisis es
puramente descriptivo.
2. La calidad de la información sobre
fecundidad adolescente en el Censo
2005
Los indicadores básicos de fecundidad adolescente
(tasa específica y proporción de mujeres
con hijos) se basan en la información sobre hijos
nacidos vivos y fecha del último hijo nacido vivo
según edad de la mujer. Dada la importancia de
los resultados para definir una tendencia en la
fecundidad adolescente, esta sección se centra
en evaluar la calidad de esta información en el
Censo 2005 y toma, en algunos casos, como
referencia al total de mujeres en edad reproductiva
(12-49 años). Las dimensiones que se evalúan
son cuatro: (1) las reglas de imputación y
los valores perdidos finales, (2) las implicaciones
sobre las mediciones de fecundidad de un censo
con periodo extendido, (3) la consistencia con
censos previos, y (4) la consistencia con otras
fuentes externas, como la serie de Encuestas de
Demografía y Salud.
2.1. Reglas de imputación y valores perdidos
El DANE definió unas normas de validación de
consistencia que permiten verificar la información
censal: “Los datos consistentes son aquellos
que están dentro del rango permitido para la
variable y que además mantienen una relación
lógica con otras variables dentro del mismo capítulo
o con variables de otros capítulos” (DANE,
2006, p. 2). En el caso de valores inconsistentes,
el DANE definió reglas de imputación de
valores válidos.
Las principales normas de validación de consistencia
definidas se utilizaron directamente en los
Dispositivos Móviles de Captura (DMC) a medida
que se recogía la información; esto implica, de
hecho, una mejor calidad de la información. Sin
embargo, no toda la información del censo se
obtuvo mediante este medio: en un 13,4% de los
hogares, la información se capturó en papel para
luego digitarla en los DMC o capturarla mediante
escáner. En estos casos, se levantaron las reglas
de control de inconsistencias.
Para todos los hogares, independientemente
del medio de captura, se desarrolló un proceso
posterior de corrección e imputación de valores
no-válidos. Aquí se hace referencia a las normas
de imputación para edad, total hijos nacidos
vivos (THNV), y fecha (mes y año) del último
hijo nacido vivo (UHNV), que son las variables de
interés para este estudio.
La edad es una variable que, dado el procedimiento
de captura mediante dispositivos móviles, mejoró
su calidad respecto a los censos anteriores.
En el caso específico de la información sobre
total de hijos nacidos vivos, las normas de validación
e imputación son de gran importancia
porque permiten diferenciar entre “No informa”
hijos nacidos vivos y “No tiene” hijos nacidos
vivos, información que es utilizada por los métodos
demográficos para ajustar el nivel de fecundidad
reportado. Se definieron reglas especiales
para las mujeres de 12-14 años: información
inconsistente entre THNV, HNV Hombres e HNV
Mujeres definida por blanco en dos de las tres
variables, se imputa un “No tiene” HNV en las
mujeres de 12-14 años, y un “No informa” en
las mujeres de 15-49 años. Este tratamiento
diferencial podría subestimar el nivel de fecundidad
de las mujeres de 12-14 años y su impacto
depende de la importancia de la inconsistencia de
la información.
Para el caso de la fecha del último hijo nacido
vivo, se definieron reglas que no introducen diferencias
entre las adolescentes y el resto de mujeres
en edad reproductiva. Los pocos problemas
de inconsistencia que se observan en este caso
pueden asociarse a los cuestionarios aplicados
en papel y en la transcripción al DMC, que para
el total del país representan un porcentaje bajo.
2.2. El periodo extendido
Debido a que el censo se realizó durante un
periodo aproximado de 10 meses, entre mayo
de 2005 y marzo de 2006, no existe un periodo
de referencia fijo para la fecha de nacimiento del
último hijo nacido vivo. Aunque los nacimientos
podrían limitarse a un periodo fijo, por ejemplo
los nacidos durante el año 2005, podría generarse
una subestimación proveniente de aquellas
mujeres que tuvieron su último hijo en el 2006,
pero que también tuvieron un hijo en el 2005.
Este nivel de subestimación puede considerarse
bajo, especialmente entre las adolescentes.
La planeación del censo se hizo para que el operativo
se realizara completamente durante el
año 2005; por esa razón, en el cuestionario no
aparece el año 2006 como una de las alternativas
para el año de nacimiento del último hijo
nacido vivo. Sin embargo, por diversas razones,
el operativo se extendió más de lo previsto
y llegó hasta marzo de 2006; este hecho
implica que los encuestadores no encontraban
alternativa para marcar la fecha del último hijo
nacido vivo para las mujeres censadas en 2006,
que tuvieron hijos entre enero y marzo de ese
año. Estos nacimientos pudieron ser ubicados
en otro(s) año(s) o pudieron no ser registrados.
Dependiendo del número de mujeres censadas
en 2006, esto podría generar un subregistro en
la tasas de fecundidad para todas las mujeres,
incluyendo las adolescentes.
El cuadro 1 indica que una cifra relativamente
alta de mujeres fue censada en 2006: cerca de
un 25% de las mujeres en edad fértil (MEF) (12-
49 años) y alrededor del 30% de las adolescentes
(12-19 años). Dado el esquema operativo
del censo, estas mujeres deben corresponder a
zonas rurales dispersas en donde las tasas de
fecundidad son mayores.
Efectivamente, el cuadro 2 evidencia que el porcentaje
de mujeres madres es mayor entre las
censadas en 2006, que entre las censadas en
2005. Esto es más marcado entre las adolescentes
que entre el total de mujeres en edad fértil.
Con el fin de indagar dónde fueron registrados
los HNV en último año de las mujeres censadas
en 2006, el cuadro 3 muestra la distribución de
mujeres por año de nacimiento del último HNV
según el año en que la mujer fue censada2. Tanto
para adolescentes, como para el total de mujeres en edad fértil, el porcentaje de No informa
año de nacimiento es mayor entre las mujeres
censadas en 2006, que entre las censadas en
2005. Esto es especialmente marcado entre las
adolescentes (2,9% vs. 0,5%), lo cual sugeriría
que algunos de esos nacimientos del 2006 quedaron
ubicados en No informa año.
Adicionalmente, entre las adolescentes, el porcentaje
de nacidos en 2005 es mayor entre las
censadas en 2006, que entre las censadas en
2005, lo que sugiere el registro en el año 2005, de
niños nacidos en 2006. Se esperaría que el porcentaje
de nacidos en 2005 fuera menor entre las
censadas en el año 2006, que entre las censadas
en el año 2005 dado que, respecto a los últimos
12 meses, las primeras tuvieron menor tiempo
de exposición en el año 2005, que las segundas.
Con el fin de profundizar sobre el registro en el
censo de los HNV de las mujeres censadas en
2006, se analizó la distribución por año y mes de
nacimiento de los HNV de las adolescentes, por
año de entrevista. Al comparar las censadas en
2005 y en 2006, los resultados indican que la distribución
por mes de nacimiento es similar entre
ellas para todos los años, excepto para el año
2005. Para los nacimientos registrados en 2005,
la distribución por mes de nacimiento es diferente
por año de la entrevista censal: para las censadas
en 2005, hay un menor registro de nacimientos
en los meses de noviembre y diciembre, mientras
que para la censadas en 2006 hay una sobreestimación
en enero y diciembre. El gráfico 1 evidencia
estos resultados para los nacidos en 2004
y 2005.
La sobreestimación del registro de nacimientos
en enero y diciembre de 2005, de las adolescentes
censadas en 2006, es explicable dado que no
existió alternativa para marcar el año 2006 como
año de nacimiento del UHNV. Consecuentemente,
es posible que los encuestadores marcaran el año
2005 como año de nacimiento y luego marcaran
diciembre o enero como los meses más cercanos
(en la realidad o en el papel, respectivamente).
Por otra parte, el subregistro de nacimientos en
noviembre y diciembre de las censadas en 2005
puede deberse al hecho que en estos dos meses,
pero especialmente en diciembre, prácticamente
no se realizó operativo de campo y, por lo tanto,
no se debieron registrar suficientes nacimientos
en esos dos meses.
Los anteriores resultados evidencian que la
extensión del censo hasta los primeros tres
meses de 2006 tuvo implicaciones en el registro
de la fecha de nacimiento del UHNV: por una
parte, se debió dar un subregistro de los nacimientos
de las mujeres censadas en 2006 (no
informa año y mes de nacimiento), y por otra,
pudo darse una sobreestimación de los nacimientos
registrados en enero y diciembre de
2005 de las mujeres censadas en 2006, y una
subestimación de los nacimientos registrados en
noviembre y diciembre de 2005 de las mujeres
censadas en ese año. El efecto final depende de
la intensidad de cada uno de estos efectos individuales.
Otros análisis sugieren que prevalece
el subregistro.
Baldión (2008) demuestra que estos problemas
producen una subestimación de la fecundidad en
el Censo 2005:
El subregistro de HNV en el último año existe.
Afecta en mayor medida a los hijos de las
mujeres censadas en 2006… Se recomienda
profundizar en el eventual problema con el fin
de estimar con mayor precisión, primero, el
subregistro de las variables que intervienen
en el cálculo de las medidas de fecundidad;
segundo, evaluar cómo afecta los estimativos
a los diferentes niveles de desagregación
geográfica y tercero, emitir recomendaciones
para la utilización de los datos (p. 42).
Esta conclusión de Baldión se refuerza cuando él
mismo afirma:
Puede señalarse que existe un subregistro
diferencial en las preguntas de fecundidad en
detrimento del numerador; así, por ejemplo,
hijos menores de un año declarados en las
preguntas relacionadas con la edad, por una
u otra razón, no aparecen reportados ni en
la relacionada con la tenencia de hijos en su
vida reproductiva, ni tampoco en la fecha del
último hijo nacido vivo.
La población menor de un año en el censo
corresponde a los nacimientos ocurridos en el
año anterior al censo descontadas las defunciones
infantiles correspondientes a estos
nacimientos. En este marco, la población en
edad 0 deber ser menor a los nacimientos
ocurridos en el periodo.
En el Censo 2005, eso no ocurre; el número
de últimos hijos nacidos vivos en el año anterior
a la fecha censal (incluidos los de la población
entre 10 y 14 años) es de 720.044, mientras
que la población en la edad 0 presentada
en el análisis de la variable edad supera los
800.000; de hecho, el número de niños menores
de 5 años, superan en cada edad simple las
800 000 personas. (Baldión, 2008. p. 41).
Claramente, la evidencia indica una subestimación
de la fecundidad por un subregistro de los
hijos nacidos vivos en el último año.
2.3. Consistencia con los censos anteriores
Es de esperarse que la calidad de la información
del Censo 2005 sea mejor a la de los censos
anteriores, dado el uso de Dispositivos Móviles
de Captura (DMC) de datos en el operativo censal.
Esto se debe al hecho de que el uso de DMC
permite el control en campo de inconsistencias
en la información. Efectivamente, el cuadro 4
indica que el porcentaje de No informa HNV en el
Censo 2005 es sustancialmente menor al observado
en los censos anteriores, especialmente
para las adolescentes. Solamente se registra un
3,5% de No informa HNV entre las adolescentes
en el Censo 2005, frente a un 31% en el Censo
de 1993 o casi un 40% en el Censo de 1973.
Dadas las grandes diferencias entre censos en
el porcentaje de mujeres que no informa HNV,
especialmente entre adolescentes, es necesario
hacer las cifras comparables; de lo contrario,
la tendencia en el porcentaje de adolescentes
madres sería muy diferente si se incluye o no
los No Informa (NI) (cuadro 5). El procedimiento
generalmente utilizado para ajustar el número
de mujeres madres por los No informa HNV es el
de El Badry, mediante el cual se ajusta asumiendo
una correlación positiva entre el No informa y el
No tiene hijos nacidos vivos. El cuadro 5 presenta
la proporción de mujeres con HNV en cada
censo después del ajuste de El Badry (EB). Claramente,
el menor ajuste es el que se realiza en
el Censo 2005.
Después del ajuste de El Badry, los resultados
indican, tanto en el total de mujeres en edad
reproductiva, como en las adolescentes de
15-19 años, una tendencia creciente entre 1973
y 1993 en la proporción de madres, pero una
disminución en el Censo 2005 respecto a los
censos anteriores. Debido a que la proporción de
madres es un indicador acumulado, esta tendencia
sólo podría ser posible por un descenso muy
fuerte en el nivel de fecundidad y un cambio en
el patrón con menores tasas específicas en las
cohortes jóvenes que recién inician su rol reproductivo.
Sin embargo, las tendencias observadas
en el patrón de fecundidad indican un descenso en
las tasas de fecundidad de todas las edades, pero
mayores en las edades por encima de los 30 años,
lo que genera una tendencia hacia un patrón con
pivote en el grupo 20-24 años producto del proceso
de transición de la fecundidad (Flórez, 2000). Esto
sugeriría una subestimación de la fecundidad en
el Censo 2005 medida a través de la proporción
de madres, que implica una subestimación en el
número de mujeres con HNV.
2.4. Consistencia con otras fuentes
Las Encuestas Nacionales de Demografía y Salud
(ENDS) realizadas por Profamilia en las últimas
décadas son encuestas especializadas en mediciones
de salud sexual y reproductiva, que incluyen
niveles y patrones de fecundidad. Tienen historias
completas de nacimientos de una muestra
de mujeres en edad reproductiva, representativa
del país por zona urbano-rural y regiones. Por lo
tanto, estas encuestas se consideran la fuente
más importante para el análisis de la fecundidad.
El gráfico 2 muestra la proporción de adolescentes
madres por edades simples estimada con el
Censo 2005 y con la ENDS 2005. Debido a que
la ENDS se basa en una muestra, se presentan
también el límite inferior y el superior estimados
con un 95% de intervalo de confianza. La proporción
de madres es muy similar entre el Censo
y la ENDS en las primeras edades hasta los 17
años; sin embargo, en los últimos dos grupos de
edad, 18 y 19 años, la proporción de madres es
menor en el Censo que en la ENDS, y el valor
estimado en el Censo está por debajo del límite
inferior estimado con la ENDS. Este resultado
sugeriría una subestimación de la proporción de
madres de 18 y 19 años en el Censo 2005 respecto
a la ENDS 2005.
Con el fin de profundizar en esta hipótesis, el gráfico
3 muestra la proporción de adolescentes con al
menos un hijo nacido vivo (proporción de madres)
con base en los últimos censos de población y las
ENDS más recientes. Como estimativos para el
Censo 2005, se incluye la proporción de madres
adolescentes ajustadas por No informa mediante
el método de El Badry (Censo EB) y también la
proporción de madres adolescentes sin ningún
ajuste, pero tomando en cuenta los No informa
en la población de referencia. Para el caso de las
ENDS, se incluye tanto el estimativo, como los límites
superior e inferior del 95% de confianza. Claramente,
cualquiera de los dos estimativos para el
Censo 2005 está muy por debajo de la tendencia
observada, lo cual confirma la subestimación de la
fecundidad en el Censo 2005.
Al igual que el indicador de proporción de adolescentes
madres, la tasa específica de fecundidad
para las adolescentes de 15-19 años también
muestra niveles mucho más bajos que los estimados
por otras fuentes. La tasa específica de fecundidad
en el grupo 15-19 años estimada a partir del
Censo 2005 es de 69 por mil, mientras que es de
90 por mil según la Encuesta Nacional de Demografía
y Salud del 2005 (para los 3 años anteriores
a la encuesta) y se estimó en 96 por mil en
el estudio de Conciliación censal realizado por el
DANE (2007). Estos resultados claramente confirman
una subestimación del nivel de la tasa de
fecundidad adolescente estimada con base en el
Censo 2005, consecuencia del subregistro de HNV.
2.5. La calidad de la información
En resumen, varios son los problemas y bondades
identificadas en la información del Censo
2005 para el estudio de la fecundidad –información
sobre hijos nacidos vivos–. En general,
puede decirse que:
• Las reglas de imputación definidas, diferentes
para las mujeres de 12 a 14 años y no suficientes
para la consistencia entre tiene HNV
y fecha del UHNV –dada la falta de control
entre el flujo de estas dos preguntas en los
formularios en papel y transcritos a las DMC–
pudieron generar alguna subestimación de las
mujeres con HNV.
• El periodo extendido tuvo impacto sobre el
registro del año de nacimiento del último hijo
nacido vivo para las mujeres censadas en
2006. La información de la base final sugiere
que algunos de estos nacimientos fueron
registrados en enero y diciembre de 2005, y
otros fueron clasificados como No informa.
Este hecho afecta el número de nacimientos
en el último año, y por lo tanto, afecta la tasa
específica de fecundidad adolescente. Es de
esperarse que el periodo extendido, por sí
solo, no haya tenido efecto alguno sobre la
proporción de mujeres con HNV; sin embargo,
es posible que haya subestimado el número
de mujeres con HNV al no lograr ubicarles
fecha de nacimiento del UHNV.
• En comparación con los censos anteriores,
el nivel de No informa en el Censo 2005
es significativamente menor que el de los
censos anteriores.
• En comparación con las ENDS de las últimas
décadas, la proporción de adolescentes
madres de 18 y 19 años parece estar subestimada
en el Censo 2005, lo cual implica
que este indicador para el conjunto de madres
adolescentes de 12-19 años o de 15-19 años
también debe estar subestimado.
Dados estos resultados, se considera que la
información del Censo general 2005 tiene limitaciones
para estimar la tasa específica de fecundidad
adolescente, también para hacer análisis
de tendencias de la proporción de adolescentes
madres: ambos indicadores estarían subestimados
y sesgados. Es necesario realizar estudios en
profundidad sobre esta problemática, como los
recomendados por Baldión (2008) al DANE.
3. Diferenciales geográficos
A pesar de que la evidencia sugiere una subestimación
de la fecundidad adolescente en el Censo
2005, éste es una fuente única para identificar
diferenciales a niveles geográficos pequeños; por
lo tanto, la proporción de adolescentes madres se
utiliza para identificar diferenciales geográficos y
educativos. Las secciones siguientes analizan la
maternidad adolescente por zona de residencia,
nivel de urbanización y departamento.
En caso de que la subestimación existente no
sea homogénea entre grupos socioeconómicos o
geográficos, los diferenciales aquí identificados
estarían sesgados; por consiguiente, los resultados
deben tomarse con estas limitaciones.
Dado que el nivel de subestimación de la proporción
de adolescentes madres es mayor cuando se
incluyen los No informa, en los análisis siguientes
se excluyen, con el fin de compensar en algo
el nivel de subestimación.
Los resultados del Censo 2005 indican que menos
del 10% de las adolescentes de 12-19 años (9,2%)
y alrededor del 15% de las de 15-19 años son
madres. La proporción de adolescentes madres
aumenta significativamente con la edad, especialmente
a partir de los 15 años (gráfico 4); por ejemplo,
a los 17 años, casi un 14% ya son madres y
a los 19 años la cifra se aproxima al 30%3. Como
algunos estudios lo han demostrado, niveles
altos de fecundidad temprana tienen implicaciones
negativas tanto para el niño –en términos de
salud–, como para la madre –en términos educativos
y laborales.
3.1. Zona de residencia y nivel de urbanización
A pesar de la subestimación de la fecundidad
en el Censo 2005, los resultados muestran unos
niveles de fecundidad adolescente relativamente
altos en las zonas rurales, respecto a las urbanas.
La proporción de adolescentes de 12-19 años
que son madres es del 8% en las zonas urbanas
y de casi el 13% en las rurales. Si se hace referencia
sólo al grupo de edad de 15-19 años, la
proporción de adolescentes madres aumenta al
13% en las zonas urbanas y al 21% en las rurales.
Esto indica una maternidad adolescente 1,6
veces mayor en las zonas rurales respecto a las
urbanas. La fecundidad, tanto adolescente como
global, generalmente es superior en las zonas
rurales que en las urbanas, y más alta a medida
que disminuye el nivel de urbanización, en razón
al mayor acceso a la educación, a los servicios
de salud sexual y reproductiva, y en general,
a mejores condiciones de vida en las zonas
más urbanizadas.
La maternidad en las zonas rurales, además de
ser mayor que en las urbanas, se inicia más temprano
y con más intensidad. El diferencial rural/
urbano es superior en las edades tempranas,
y disminuye con la edad: a los 12-14 años, la
proporción de madres rurales es 2,3 veces la
urbana, mientras que a los 18-19 años el diferencial
es de 1,7. A los 17 años, alrededor de
una de cada cinco adolescentes rurales (20%) y
una de cada ocho adolescentes urbanas (12,5%)
son madres; en cambio a los 19 años, una de
cada 2,3 adolescentes rurales (44%) y una de
cada cuatro de las urbanas (25%) ya son madres
(gráfico 5).
El diferencial en fecundidad adolescente en contra
de las zonas rurales, se hace evidente también
cuando se desagrega por nivel de urbanización.El cuadro 6 muestra que la proporción
de adolescentes madres entre 12-19 años es del
11% en los conglomerados de menos de 50.000
habitantes y del 7,5% en las ciudades de más
de un millón de habitantes. Los diferenciales son
aún mayores a edades más tempranas: a los
12-14 años, la relación entre ellos es de 2,2 indicando
una fecundidad de más del doble en los
pueblos pequeños frente a las grandes ciudades.
3.2. Departamento
Al igual que entre la zona urbana y la rural, existen
grandes diferenciales en el nivel de fecundidad
adolescente entre departamentos (gráfico 6).La proporción de adolescentes madres de 12-19
años fluctúa entre el 7% en Bogotá y el 17% en
los departamentos de los antiguos territorios
nacionales; para aquellas entre 18-19 años, el
indicador está entre el 19% en Bogotá y el 44%
en los antiguos Territorios Nacionales. Al igual
que a nivel nacional, en el interior de los departamentos
existen grandes diferenciales ruralurbano,
que son mayores en los departamentos
de menor nivel de desarrollo, como son los antiguos
territorios nacionales.
4. Diferenciales educativos
Varios estudios han demostrado que la maternidad
precoz tiene implicaciones educativas y
laborales negativas para la joven madre, ya que
trunca la trayectoria educativa y aumenta la probabilidad
de obtener empleos de baja calidad y
bajos ingresos (Núñez y Cuesta, 2006; Flórez y
Soto, 2007). Esté capítulo se centra en la relación
entre educación y fecundidad adolescente.
Dado que la información censal es de corte
transversal, no permite deducir causalidad entre
la maternidad y el desempeño educativo o laboral,
pero sí permite evidenciar si existe o no una
relación entre ellos.
4.1. Asistencia escolar
El periodo de la adolescencia teóricamente se
caracteriza por ser una etapa de la vida en que
la formación educativa es uno de los principales
roles que se debe desempeñar. De acuerdo con
la Constitución colombiana de 1991, la asistencia
escolar es obligatoria hasta completar la educación
básica, que corresponde al grado noveno.
Suponiendo que un niño inicia su primer grado
a los 7 años, debería observarse una asistencia
escolar casi universal por lo menos hasta los 15
años de edad, cuando un individuo estaría terminando
el ciclo básico. Los resultados del Censo
2005 indican una asistencia del 91% a la edad
de 12 años, del 80% a los 15 años y de tan solo
el 36% a los 19 años, es decir, a pesar de que la
asistencia escolar es alta en la primaria, durante
la secundaria disminuye significativamente, y un
poco más de la tercera parte logra terminarla y/o
continuar con la educacion superior. La deserción
escolar durante la secundaria, y especialmente
al terminar ésta, es un problema que aún es
muy importante en el contexto colombiano. Este
patrón de asistencia escolar es común a las zonas
urbanas y rurales, aunque en la rural el nivel es
mucho menor: a los 12 años, el 94% de las adolescentes
urbanas asiste a un centro educativo,
mientras en la zona rural el 83% lo hace, y a los
19 años, tan solo el 41% de las urbanas y el 18%
de las rurales están estudiando (gráfico 7).
Las razones de no asistencia escolar son fundamentalmente
económicas, tanto en la zona
urbana como rural: cerca de la mitad de las
adolescentes que no estudian aducen razones
de altos costos o de necesidad de trabajar (gráfico
8). Sin embargo, también cerca de la mitad
menciona “otras causas” de no asistencia, la cual
puede referirse a la falta de interés en los contenidos
de los pénsum académicos. Dentro de las
razones de no asistencia, alrededor de un 10%
menciona el embarazo; esta cifra, relativamente
importante, implicaría una menor asistencia escolar
entre las adolescentes madres.
El cuadro 7 muestra que, en efecto, hay una
menor asistencia escolar entre las adolescentes
madres que entre las adolescentes sin hijos,
tanto en la zona urbana como en la rural. La asistencia
escolar es del 76% entre las adolescentes
sin hijos, pero no llega al 14% entre aquellas que
son madres; estos resultados confirman lo que
otros estudios indican sobre la relación negativa
entre asistencia escolar y maternidad temprana.
4.2. Nivel educativo
Suponiendo que se cumpliera el mandato de la
Constitución de una educación obligatoria hasta
completar la secundaria básica, a los 15 años
una adolescente debería tener 9 años de educación;
sin embargo, la alta de serción escolar y
la repitencia hacen que el promedio de años de
educación sea de 7,6 años entre las adolescentes
de 15 años y de solo 9,4 años entre aquellas de
19 años. Estos diferenciales en asistencia, favorables
a las zonas urbanas, hacen que el promedio
de años de educación a los 19 años sea de
10 años en las adolescentes urbanas y tan solo 7
años, en las rurales (gráfico 9).
La relación negativa entre asistencia escolar y
maternidad adolescente hace que el capital educativo
adquirido se vea disminuido entre las adolescentes
madres. El cuadro 8 muestra que las
adolescentes con hijos tienen un menor nivel
educativo que aquellas que no tienen hijos, tanto
en la zona urbana como en la rural; por ejemplo,
entre las adolescentes de 15-17 años, quienes
teóricamente deberían tener al menos 9 años
de educación, el 59% tiene algo de secundaria,
mientras que entre las que no tienen hijos llega
al 86%.
Estos diferenciales están presentes tanto en
la zona urbana como en la rural. El gráfico 10
muestra que entre las adolescentes urbanas de
18-19 años, hay un mayor porcentaje con al
menos secundaria, entre las que no tienen hijos
(93,5%), que entre aquellas que son madres
(77, 4%); en la zona rural, estas proporciones
son del 66% y el 42%, respectivamente. Claramente,
como otros estudios lo han demostrado,
los resultados del Censo 2005 confirman
la relación negativa entre nivel educativo y la
maternidad precoz.
5. Adolescencia y maternidad
De acuerdo con el marco conceptual esbozado
en el capítulo 2, la nupcialidad es uno de los
determinantes próximos de la fecundidad. Estudios
previos indican que en los últimos años se
ha dado un aumento significativo en la importancia
de las uniones consensuales, frente a las
uniones legales/religiosas, especialmente entre
las adolescentes (Flórez, Vargas, et al., 2004).
Igualmente, se ha demostrado que en las últimas
décadas se ha dado un aumento en la prevalencia
del madre-solterismo entre las adolescentes,
debido tanto a un inicio más temprano
y más rápido de las relaciones sexuales, como
a una estabilidad de la edad a la primera unión
(legal/consensual). Frente a estos resultados,
este capítulo está dedicado al análisis del estado
conyugal como indicador de nupcialidad y su
relación con la maternidad temprana.
5.1. Estado conyugal
La unión, legal o consensual, en las adolescentes
es un hecho que muestra importancia en las
edades tardías de este periodo de la vida: a los
19 años, un 25% de las adolescentes ya está
unida (gráfico 11), pero antes de los 15 años, el
porcentaje de unidas solo llega al 5%.
En comparación con la prevalencia de la maternidad
por edad, estas cifras parecerían sugerir
que la maternidad temprana se da dentro de las
uniones también constituidas tempranamente,
debido a que, a cada edad, el porcentaje de adolescentes
alguna vez unidas (AVU) es mayor que
el porcentaje de adolescentes madres (gráfico
12), solo a los 19 años se observa un porcentaje
de madres levemente superior a las de AVU.
No obstante, el panorama es otro cuando se
considera simultáneamente maternidad y estado
conyugal. El cuadro 9 muestra claramente que la
tasa de maternidad adolescente es mayor entre
las unidas/casadas que entre las solteras, tanto
para la zona urbana como la rural; aunque la
proporción de madres entre las adolescentes solteras
no es despreciable. Así, entre las adolecentes
solteras un 3,6% son madres y como era de
esperarse, este porcentaje aumenta con la edad:
entre las adolescentes solteras de 18-19 años,
un 11,5% son madres, y llega al 15% entre las
adolescentes solteras rurales. Estas cifras, relativamente
altas, confirman lo que otros estudios
sugieren sobre un aumento del madre-solterismo
asociado a la creciente importancia de la
fecundidad adolescente (Flórez y Soto, 2007).
Otra evidencia de la importancia del fenómeno
del madre-solterismo es la alta proporción de las
solteras entre las adolescentes madres. El cuadro
9 y el gráfico 13 muestran que el 36% de
las adolescentes madres son solteras; este fenómeno
es aún más acentuado en la zona urbana
que en la rural, donde el 40% de las adolescentes
madres son solteras.
Bajo estas condiciones, la prevalencia de la maternidad
adolescente adquiere mayor importancia y
atención de las políticas públicas al respecto. Como
lo sugieren otros estudios, la maternidad adolescente
entre las solteras es en gran parte consecuencia,
entre otros factores, de la falta de acceso a los servicios
de salud sexual y reproductiva, de un desconocimiento
del uso adecuado de los métodos de control
natal, así como de la percepción de invulnerabilidad
entre los adolescentes (Flórez, Vargas, et al., 2004).
5.2. Posición en el hogar
Como lo evidencia Rodríguez (2003), es de esperarse
que las jóvenes madres, especialmente las
solteras, no constituyan un hogar independiente
sino que, por el contrario, continúen formando
parte del hogar materno y sean las madres de
las adolescentes quienes asuman la crianza de
los niños.
El cuadro 10 confirma esta hipótesis: el 77% de las
adolescentes madres vive en la casa de sus padres
y un 8% vive con los abuelos. Este fenómeno es
igual de importante en la zona urbana que en la
rural, y refleja las condiciones en las cuales generalmente
se da la maternidad entre las adolescentes
solteras: embarazos no deseados.
6. Conclusiones
Los resultados indican que la calidad de la información
sobre hijos nacidos vivos en el Censo
2005 presenta deficiencias que: (1) no permiten
obtener un estimativo confiable de la tasa específica
de fecundidad para las adolescentes, y (2)
generan niveles subestimados de la proporción
de adolescentes madres. Este último indicador,
calculado con base en el Censo 2005, está por
debajo de los rangos esperados a partir de los
censos anteriores y de las Encuestas Nacionales
de Demografía y Salud de las últimas décadas.
Este hecho limita el uso de los resultados del
Censo para evaluar la tendencia de la fecundidad
adolescente, a niveles agregados o a niveles
geográficos desagregados.
A pesar de estas limitaciones del Censo 2005, se
usa la proporción de adolescentes madres para
analizar los diferenciales geográficos y educativos.
Los resultados indican que:
• A pesar de la subestimación de la fecundidad
en el Censo 2005, se observan unos niveles
de fecundidad adolescente relativamente
altos: a los 17 años, alrededor del 20% de
adolescentes rurales y el 12,5% de las urbanas
son madres.
• A pesar del estado avanzado de transición
demográfica en que se encuentra el país, hay
gran heterogeneidad en los niveles de fecundidad
adolescente. Como era de esperarse,
la fecundidad adolescente es mayor en las
zonas rurales que en las urbanas, disminuye
con el nivel de urbanización y con el nivel
socioeconómico de la región/departamento.
Bogotá, la región más urbanizada y desarrollada,
tiene los menores niveles de fecundidad
adolescente (7%), mientras que los antiguos
Territorios Nacionales, de menor nivel
de desarrollo, son los de mayor prevalencia
de la maternidad adolescente (17%).
• Se confirma la relación negativa entre asistencia
escolar y maternidad adolescente: la
asistencia escolar es del 76% entre las adolescentes
sin hijos, pero no llega al 14% entre
aquellas que son madres.
• Igualmente, se ratifica la relación negativa
entre adquisición de capital humano y fecundidad
adolescente: entre las adolescentes de
15 a 17 años con hijos, el 59% tiene nivel de
educación secundaria, mientras que solo es
del 86% entre las que no tienen hijos.
• Se comprueba la importancia del madre-solterismo,
fenómeno asociado a la fecundidad
adolescente: de una parte, el 11% de las
adolescentes solteras de 18 a 19 años son
madres, y de otra, un 36% de las adolescentes
madres son solteras, cifra que llega al
40% si solo se considera la zona urbana.
• Asociado al fenómeno del madre-solterismo,
los resultados indican que las jóvenes madres
no constituyen un hogar independiente y
siguen formando parte del hogar materno;
además, las madres de las adolescentes son
quienes asumen la crianza de los niños.
En general, los resultados evidencian las condiciones
en las cuales se está dando la maternidad
adolescente, con sus implicaciones negativas
tanto para la joven madre como para el niño:
la madre ve truncada su trayectoria educativa y
en el futuro se ve afectado su desempeño laboral;
mientras que el niño, no sólo tiene menores
probabilidades de sobrevivencia, sino que implica
una carga adicional para la madre de la joven
adolescente. Estos resultados confirman aún
más la importancia de diseñar políticas sociales
y de salud dirigidas a enfrentar este problema en
las adolescentes.
Dada la heterogeneidad geográfica y socioeconómica
del fenómeno de la maternidad entre las
adolescentes, evidenciada por el Censo 2005, los
programas sociales y de salud deben enfatizar
la focalización para poder llegar a los grupos de
mayor maternidad adolescente.
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1Ph.D; Profesor titular, investigador Facultad de Economía, CEDE Universidad de los Andes. cflorez@uniandes.edu.co
2La distribución de nacimientos, más sesgada hacia años recientes entre las adolescentes que entre el total de mujeres en edad fértil, se explica por el menor tiempo
de exposición de las adolescentes.
3 A diferencia de los años anteriores, en el Censo 2005, el indicador no muestra un quiebre a los 17, años cuando el aumento en la fecundidad se acelera, sino que se
da un amento gradual suavizado entre los 12 y los 19 años. |