¿Por qué William Brass?

Fecundidad adolescente: diferenciales
sociales y geográficos 2005

Carmen Elisa Flórez

Caracterización demográfica de la
población con limitaciones permanentes
en Colombia, 2005

B. Piedad Urdinola C. y Ronald F. Herrera C.

Asistencia escolar y nivel educativo: un
análisis del censo de población de 2005

Martha Isabel Gutiérrez

Ser mujer jefa de hogar en Colombia
Sandra Patricia Velásquez

Visibilización de la población étnica
en el Censo general 2005: análisis
comparativo de los principales
indicadores demográficos

Astrid Hernández R. y David A. Pinilla A.

El concepto de representatividad en
la escogencia de la mejor estrategia
de muestreo

Hugo Andrés Gutiérrez Rojas

Carmen Elisa Flórez1

Introducción.

Durante las últimas décadas, contrario al comportamiento de la fecundidad total, la fecundidad adolescente –o la fecundidad en las mujeres menores de 20 años– no muestra un comportamiento consistente a lo largo de América Latina y el Caribe. En algunos países desciende desde 1970, mientras que en otros aumenta o se mantiene constante. En países como República Dominicana, México, Ecuador y Perú, ha mostrado un descenso permanente, aunque mucho más lento que el observado en la fecundidad total. En otros países, como Colombia y Brasil, muestra una tendencia creciente en la última década (Singh, 1998; Flórez y Núñez, 2002). Lo que sí es común en los países latinoamericanos es el rejuvenecimiento del patrón de fecundidad, como consecuencia de unos cambios más lentos en la fecundidad adolescente frente a la fecundidad total.

Esto es aún más marcado en los países en donde se ha observado un incremento en la fecundidad adolescente, como es el caso de Colombia y Brasil (Flórez y Núñez, 2002).

En el caso colombiano, las encuestas de demografía y salud permiten identificar, a partir de los años noventa, un aumento persistente en la fecundidad adolescente. La tasa pasa de 70 por mil en 1990, a 90 por mil en 2005 (Flórez y Soto, 2007). Al igual que la tasa de fecundidad adolescente, la proporción de adolescentes madres o embarazadas se ha incrementado significativamente: del 12,8% en 1990, al 20,5% en el 2005, es decir, este indicador de fecundidad adolescente aumentó en un 60% durante los últimos 15 años. Las cifras son aún mayores si se consideran las adolescentes que alguna vez han estado embarazadas, es decir, si se incluyen aquellas que han tenido alguna pérdida –ya sea nacido muerto o aborto espontáneo o inducido–, cuya proporción aumenta del 13% en 1990 al 22% en el 2005, lo que significa un aumento cercano al 70% en los últimos 15 años (Profamilia, 2005).

La fecundidad adolescente no es homogénea por zona ni región geográfica ni por nivel socioeconómico. El diferencial rural/urbano en 2005 indica que, en promedio, la fecundidad es un 50% mayor en las zonas urbanas que en las rurales (Flórez y Soto, 2007). Los diferenciales regionales son aún mayores cuando se considera el nivel departamental: los departamentos de los antiguos territorios nacionales son los de mayor proporción de adolescentes madres o embarazadas (32% en Caquetá), mientras que los departamentos localizados en la zona andina son los de menor fecundidad (13% en Nariño). En general, no puede decirse que haya una relación entre fecundidad adolescente y nivel de desarrollo del departamento (ya sea por Índice de Calidad de Vida o por Índice de Desarrollo Humano); los de menor nivel de desarrollo no son los que presentan los mayores niveles de fecundidad adolescente: La Guajira y Nariño son departamentos de relativo bajo nivel de desarrollo y presentan bajos niveles de fecundidad adolescente.

Esto sugiere que, además de las condiciones favorables del desarrollo –como la educación–, existen factores contextuales que afectan la fecundidad adolescente.

Por otra parte, varios estudios muestran que la fecundidad adolescente no es homogénea por grupos socioeconómicos, sino que es más alta entre los grupos pobres (Guzmán, Hakkert y Contreras, 2000; Ordóñez y Murad, 2002). Ya sea que se utilice como variable de estratificación socioeconómica el nivel educativo o el índice de riqueza del hogar, se puede afirmar que existe una relación negativa entre el nivel de fecundidad adolescente y el nivel socioeconómico, en donde las adolescentes de los quintiles más bajos tienen mayor probabilidad de ser madres que las de los estratos más altos (Flórez y Soto, 2007).

En cuanto a las relaciones entre unión y fecundidad, Rodríguez (2003) muestra, para varios países de América Latina, que la maternidad adolescente ocurre en uniones consensuales principalmente, pero se observa de manera no despreciable en mujeres solteras. Se da una tendencia a que el madre-solterismo en adolescentes aumente con el estrato socioeconómico, lo cual evidencia dos modalidades de fecundidad adolescente: “una tradicional (en los estratos bajos) con una trayectoria reproductiva intensa que acontece en el marco de una unión, y otra ‘moderna truncada’ que es más bien resultado de una actividad sexual fuera de la unión.” (p. 29). En los casos de fecundidad adolescente, y especialmente en el madre-solterismo, las redes familiares son un apoyo crucial. Como afirma Rodríguez (2003), “en todos los países las madres solteras residen, en su mayoría, en los hogares de familiares, preferentemente sus padres. Así, contar con el apoyo de los progenitores y de la red familiar en general sigue siendo uno de los mecanismos ante la fecundidad alta más importante en la región; más aún, en los países en que es posible efectuar comparaciones diacrónicas, se advierte de manera sistemática que la maternidad adolescente se asocia crecientemente con una inserción secundaria en el hogar de los progenitores (sobre todo los de la muchacha)” (pp. 41).

Este estudio tiene como objetivo, con base en la información del Censo de Población y Vivienda de 2005, evaluar la tendencia de la fecundidad adolescente de los últimos años y analizar los diferenciales socioeconómicos, profundizando en los aspectos geográficos. Los censos de población, por su carácter de universalidad, son la única fuente de información que permite analizar a niveles geográficos desagregados, fenómenos de baja frecuencia, como la fecundidad adolescente.

Aunque de frecuencia no muy alta, el fenómeno de la fecundidad adolescente es considerado de gran importancia, no sólo debido a que ha venido en aumento durante las últimas décadas, sino por las implicaciones sociales negativas que conlleva tanto para la madre y el niño como para la sociedad en general. De igual forma, los grandes diferenciales regionales y sociales ponen de manifiesto, no únicamente la importancia de los factores contextuales, sino las inequidades respecto a este fenómeno. Por estas razones, contribuir al entendimiento del tema es de gran aporte social.

1. Marco conceptual

1.1. La adolescencia

La falta de consenso sobre el significado de la adolescencia ha llevado a definir a los adolescentes en términos de un rango de edad lo suficientemente amplio: 10 a 19 años. Dado que durante este periodo se dan cambios físicos y psicológicos profundos, el periodo de adolescencia se puede dividir en tres estadios (Elliott y Feldman, 1991): (1) adolescencia temprana, que corresponde a las edades de 10 a 14 años, cuando los profundos cambios físicos y sociales coinciden con la pubertad; (2) adolescencia intermedia, que va de los 15 a los 17 años y corresponde a un periodo de creciente independencia de los padres y la familia, y (3) adolescencia avanzada, que va hasta los 19 años. Dada la información disponible para este estudio, se adopta la definición de adolescencia en términos de edad, restringiendo el grupo a las edades entre los 12-19 años; no obstante, con fines comparativos, en algunos casos se limita el grupo a los de 15-19 años.

1.2. La fecundidad

En su definición restringida, la fecundidad se entiende como la capacidad efectiva de producir un nacimiento. Para la medición de la fecundidad adolescente se utilizan dos indicadores: (1) la tasa específica de fecundidad para el grupo de edad 15-19 años (o 12-19), y (2) la proporción de adolescentes madres.

Con el fin de poder entender el comportamiento de la fecundidad adolescente, es necesario partir por entender sus factores determinantes.

Con base en la literatura sobre el tema, puede decirse que las condiciones socioeconómicas y contextuales actúan sobre el nivel de la fecundidad a través de los determinantes próximos (diagrama 1). Davis y Blake (1956) identificaron tres grupos de factores que intervienen entre las normas y la estructura social de una sociedad y su nivel de fecundidad, denominados determinantes próximos: aquellos relacionados con la exposición al riesgo de embarazo, con la concepción y con la gestación. Desarrollos posteriores han incluido la infertilidad posparto y se han centrado en aquellos factores que son determinantes importantes de la fecundidad y que, al mismo tiempo, varían entre grupos poblacionales, a saber: inicio de las relaciones sexuales/matrimonio/unión, anticoncepción, aborto e infertilidad posparto (Moreno y Singh, 1996). Se esperaría que el efecto de exposición al riesgo de embarazo es menos importante, entre mayor sea la aceptación y el uso de métodos de planificación familiar. Igualmente, entre mayor sea la exposición al riesgo de embarazo y menor sea el acceso a métodos de planificación familiar, mayor la importancia del aborto. Sin embargo, Guzmán, Hakkert y Contreras (2000) afirman que en la mayoría de los países latinoamericanos es más probable que el embarazo previo a una unión estable termine en matrimonio que en aborto.

De acuerdo con este marco conceptual, los determinantes socioeconómicos influyen directa e indirectamente, a través de los determinantes próximos, sobre la fecundidad. Dentro de los factores socioeconómicos están aquellos del contexto social en el cual el adolescente vive, incluido el discurso social sobre el matrimonio, la actividad sexual previa a una unión estable, la pareja, el amor, la familia, etc., y los factores socioeconómicos micro o características individuales del adolescente y del hogar donde reside.

Dado el tipo de información que aquí se utiliza (información censal), el análisis se centra en algunos de los determinantes socioeconómicos a nivel del hogar/individuo (nivel educativo, tipo de hogar), en algunos de los contextuales a través de las desagregaciones geográficas, y en algunos de los determinantes próximos (en particular, la condición conyugal); el análisis es puramente descriptivo.

2. La calidad de la información sobre fecundidad adolescente en el Censo 2005

Los indicadores básicos de fecundidad adolescente (tasa específica y proporción de mujeres con hijos) se basan en la información sobre hijos nacidos vivos y fecha del último hijo nacido vivo según edad de la mujer. Dada la importancia de los resultados para definir una tendencia en la fecundidad adolescente, esta sección se centra en evaluar la calidad de esta información en el Censo 2005 y toma, en algunos casos, como referencia al total de mujeres en edad reproductiva (12-49 años). Las dimensiones que se evalúan son cuatro: (1) las reglas de imputación y los valores perdidos finales, (2) las implicaciones sobre las mediciones de fecundidad de un censo con periodo extendido, (3) la consistencia con censos previos, y (4) la consistencia con otras fuentes externas, como la serie de Encuestas de Demografía y Salud.

2.1. Reglas de imputación y valores perdidos

El DANE definió unas normas de validación de consistencia que permiten verificar la información censal: “Los datos consistentes son aquellos que están dentro del rango permitido para la variable y que además mantienen una relación lógica con otras variables dentro del mismo capítulo o con variables de otros capítulos” (DANE, 2006, p. 2). En el caso de valores inconsistentes, el DANE definió reglas de imputación de valores válidos.

Las principales normas de validación de consistencia definidas se utilizaron directamente en los Dispositivos Móviles de Captura (DMC) a medida que se recogía la información; esto implica, de hecho, una mejor calidad de la información. Sin embargo, no toda la información del censo se obtuvo mediante este medio: en un 13,4% de los hogares, la información se capturó en papel para luego digitarla en los DMC o capturarla mediante escáner. En estos casos, se levantaron las reglas de control de inconsistencias.

Para todos los hogares, independientemente del medio de captura, se desarrolló un proceso posterior de corrección e imputación de valores no-válidos. Aquí se hace referencia a las normas de imputación para edad, total hijos nacidos vivos (THNV), y fecha (mes y año) del último hijo nacido vivo (UHNV), que son las variables de interés para este estudio.

La edad es una variable que, dado el procedimiento de captura mediante dispositivos móviles, mejoró su calidad respecto a los censos anteriores.

En el caso específico de la información sobre total de hijos nacidos vivos, las normas de validación e imputación son de gran importancia porque permiten diferenciar entre “No informa” hijos nacidos vivos y “No tiene” hijos nacidos vivos, información que es utilizada por los métodos demográficos para ajustar el nivel de fecundidad reportado. Se definieron reglas especiales para las mujeres de 12-14 años: información inconsistente entre THNV, HNV Hombres e HNV Mujeres definida por blanco en dos de las tres variables, se imputa un “No tiene” HNV en las mujeres de 12-14 años, y un “No informa” en las mujeres de 15-49 años. Este tratamiento diferencial podría subestimar el nivel de fecundidad de las mujeres de 12-14 años y su impacto depende de la importancia de la inconsistencia de la información.

Para el caso de la fecha del último hijo nacido vivo, se definieron reglas que no introducen diferencias entre las adolescentes y el resto de mujeres en edad reproductiva. Los pocos problemas de inconsistencia que se observan en este caso pueden asociarse a los cuestionarios aplicados en papel y en la transcripción al DMC, que para el total del país representan un porcentaje bajo.

2.2. El periodo extendido

Debido a que el censo se realizó durante un periodo aproximado de 10 meses, entre mayo de 2005 y marzo de 2006, no existe un periodo de referencia fijo para la fecha de nacimiento del último hijo nacido vivo. Aunque los nacimientos podrían limitarse a un periodo fijo, por ejemplo los nacidos durante el año 2005, podría generarse una subestimación proveniente de aquellas mujeres que tuvieron su último hijo en el 2006, pero que también tuvieron un hijo en el 2005.

Este nivel de subestimación puede considerarse bajo, especialmente entre las adolescentes.

La planeación del censo se hizo para que el operativo se realizara completamente durante el año 2005; por esa razón, en el cuestionario no aparece el año 2006 como una de las alternativas para el año de nacimiento del último hijo nacido vivo. Sin embargo, por diversas razones, el operativo se extendió más de lo previsto y llegó hasta marzo de 2006; este hecho implica que los encuestadores no encontraban alternativa para marcar la fecha del último hijo nacido vivo para las mujeres censadas en 2006, que tuvieron hijos entre enero y marzo de ese año. Estos nacimientos pudieron ser ubicados en otro(s) año(s) o pudieron no ser registrados.

Dependiendo del número de mujeres censadas en 2006, esto podría generar un subregistro en la tasas de fecundidad para todas las mujeres, incluyendo las adolescentes.

El cuadro 1 indica que una cifra relativamente alta de mujeres fue censada en 2006: cerca de un 25% de las mujeres en edad fértil (MEF) (12- 49 años) y alrededor del 30% de las adolescentes (12-19 años). Dado el esquema operativo del censo, estas mujeres deben corresponder a zonas rurales dispersas en donde las tasas de fecundidad son mayores.

Efectivamente, el cuadro 2 evidencia que el porcentaje de mujeres madres es mayor entre las censadas en 2006, que entre las censadas en 2005. Esto es más marcado entre las adolescentes que entre el total de mujeres en edad fértil.

Con el fin de indagar dónde fueron registrados los HNV en último año de las mujeres censadas en 2006, el cuadro 3 muestra la distribución de mujeres por año de nacimiento del último HNV según el año en que la mujer fue censada2. Tanto para adolescentes, como para el total de mujeres en edad fértil, el porcentaje de No informa año de nacimiento es mayor entre las mujeres censadas en 2006, que entre las censadas en 2005. Esto es especialmente marcado entre las adolescentes (2,9% vs. 0,5%), lo cual sugeriría que algunos de esos nacimientos del 2006 quedaron ubicados en No informa año.

Adicionalmente, entre las adolescentes, el porcentaje de nacidos en 2005 es mayor entre las censadas en 2006, que entre las censadas en 2005, lo que sugiere el registro en el año 2005, de niños nacidos en 2006. Se esperaría que el porcentaje de nacidos en 2005 fuera menor entre las censadas en el año 2006, que entre las censadas en el año 2005 dado que, respecto a los últimos 12 meses, las primeras tuvieron menor tiempo de exposición en el año 2005, que las segundas.

Con el fin de profundizar sobre el registro en el censo de los HNV de las mujeres censadas en 2006, se analizó la distribución por año y mes de nacimiento de los HNV de las adolescentes, por año de entrevista. Al comparar las censadas en 2005 y en 2006, los resultados indican que la distribución por mes de nacimiento es similar entre ellas para todos los años, excepto para el año 2005. Para los nacimientos registrados en 2005, la distribución por mes de nacimiento es diferente por año de la entrevista censal: para las censadas en 2005, hay un menor registro de nacimientos en los meses de noviembre y diciembre, mientras que para la censadas en 2006 hay una sobreestimación en enero y diciembre. El gráfico 1 evidencia estos resultados para los nacidos en 2004 y 2005.

La sobreestimación del registro de nacimientos en enero y diciembre de 2005, de las adolescentes censadas en 2006, es explicable dado que no existió alternativa para marcar el año 2006 como año de nacimiento del UHNV. Consecuentemente, es posible que los encuestadores marcaran el año 2005 como año de nacimiento y luego marcaran diciembre o enero como los meses más cercanos (en la realidad o en el papel, respectivamente).

Por otra parte, el subregistro de nacimientos en noviembre y diciembre de las censadas en 2005 puede deberse al hecho que en estos dos meses, pero especialmente en diciembre, prácticamente no se realizó operativo de campo y, por lo tanto, no se debieron registrar suficientes nacimientos en esos dos meses.

Los anteriores resultados evidencian que la extensión del censo hasta los primeros tres meses de 2006 tuvo implicaciones en el registro de la fecha de nacimiento del UHNV: por una parte, se debió dar un subregistro de los nacimientos de las mujeres censadas en 2006 (no informa año y mes de nacimiento), y por otra, pudo darse una sobreestimación de los nacimientos registrados en enero y diciembre de 2005 de las mujeres censadas en 2006, y una subestimación de los nacimientos registrados en noviembre y diciembre de 2005 de las mujeres censadas en ese año. El efecto final depende de la intensidad de cada uno de estos efectos individuales.

Otros análisis sugieren que prevalece el subregistro.

Baldión (2008) demuestra que estos problemas producen una subestimación de la fecundidad en el Censo 2005: El subregistro de HNV en el último año existe.

Afecta en mayor medida a los hijos de las mujeres censadas en 2006… Se recomienda profundizar en el eventual problema con el fin de estimar con mayor precisión, primero, el subregistro de las variables que intervienen en el cálculo de las medidas de fecundidad; segundo, evaluar cómo afecta los estimativos a los diferentes niveles de desagregación geográfica y tercero, emitir recomendaciones para la utilización de los datos (p. 42).

Esta conclusión de Baldión se refuerza cuando él mismo afirma: Puede señalarse que existe un subregistro diferencial en las preguntas de fecundidad en detrimento del numerador; así, por ejemplo, hijos menores de un año declarados en las preguntas relacionadas con la edad, por una u otra razón, no aparecen reportados ni en la relacionada con la tenencia de hijos en su vida reproductiva, ni tampoco en la fecha del último hijo nacido vivo.

La población menor de un año en el censo corresponde a los nacimientos ocurridos en el año anterior al censo descontadas las defunciones infantiles correspondientes a estos nacimientos. En este marco, la población en edad 0 deber ser menor a los nacimientos ocurridos en el periodo.

En el Censo 2005, eso no ocurre; el número de últimos hijos nacidos vivos en el año anterior a la fecha censal (incluidos los de la población entre 10 y 14 años) es de 720.044, mientras que la población en la edad 0 presentada en el análisis de la variable edad supera los 800.000; de hecho, el número de niños menores de 5 años, superan en cada edad simple las 800 000 personas. (Baldión, 2008. p. 41).

Claramente, la evidencia indica una subestimación de la fecundidad por un subregistro de los hijos nacidos vivos en el último año.

2.3. Consistencia con los censos anteriores

Es de esperarse que la calidad de la información del Censo 2005 sea mejor a la de los censos anteriores, dado el uso de Dispositivos Móviles de Captura (DMC) de datos en el operativo censal.

Esto se debe al hecho de que el uso de DMC permite el control en campo de inconsistencias en la información. Efectivamente, el cuadro 4 indica que el porcentaje de No informa HNV en el Censo 2005 es sustancialmente menor al observado en los censos anteriores, especialmente para las adolescentes. Solamente se registra un 3,5% de No informa HNV entre las adolescentes en el Censo 2005, frente a un 31% en el Censo de 1993 o casi un 40% en el Censo de 1973.

Dadas las grandes diferencias entre censos en el porcentaje de mujeres que no informa HNV, especialmente entre adolescentes, es necesario hacer las cifras comparables; de lo contrario, la tendencia en el porcentaje de adolescentes madres sería muy diferente si se incluye o no los No Informa (NI) (cuadro 5). El procedimiento generalmente utilizado para ajustar el número de mujeres madres por los No informa HNV es el de El Badry, mediante el cual se ajusta asumiendo una correlación positiva entre el No informa y el No tiene hijos nacidos vivos. El cuadro 5 presenta la proporción de mujeres con HNV en cada censo después del ajuste de El Badry (EB). Claramente, el menor ajuste es el que se realiza en el Censo 2005.

Después del ajuste de El Badry, los resultados indican, tanto en el total de mujeres en edad reproductiva, como en las adolescentes de 15-19 años, una tendencia creciente entre 1973 y 1993 en la proporción de madres, pero una disminución en el Censo 2005 respecto a los censos anteriores. Debido a que la proporción de madres es un indicador acumulado, esta tendencia sólo podría ser posible por un descenso muy fuerte en el nivel de fecundidad y un cambio en el patrón con menores tasas específicas en las cohortes jóvenes que recién inician su rol reproductivo.

Sin embargo, las tendencias observadas en el patrón de fecundidad indican un descenso en las tasas de fecundidad de todas las edades, pero mayores en las edades por encima de los 30 años, lo que genera una tendencia hacia un patrón con pivote en el grupo 20-24 años producto del proceso de transición de la fecundidad (Flórez, 2000). Esto sugeriría una subestimación de la fecundidad en el Censo 2005 medida a través de la proporción de madres, que implica una subestimación en el número de mujeres con HNV.

2.4. Consistencia con otras fuentes

Las Encuestas Nacionales de Demografía y Salud (ENDS) realizadas por Profamilia en las últimas décadas son encuestas especializadas en mediciones de salud sexual y reproductiva, que incluyen niveles y patrones de fecundidad. Tienen historias completas de nacimientos de una muestra de mujeres en edad reproductiva, representativa del país por zona urbano-rural y regiones. Por lo tanto, estas encuestas se consideran la fuente más importante para el análisis de la fecundidad.

El gráfico 2 muestra la proporción de adolescentes madres por edades simples estimada con el Censo 2005 y con la ENDS 2005. Debido a que la ENDS se basa en una muestra, se presentan también el límite inferior y el superior estimados con un 95% de intervalo de confianza. La proporción de madres es muy similar entre el Censo y la ENDS en las primeras edades hasta los 17 años; sin embargo, en los últimos dos grupos de edad, 18 y 19 años, la proporción de madres es menor en el Censo que en la ENDS, y el valor estimado en el Censo está por debajo del límite inferior estimado con la ENDS. Este resultado sugeriría una subestimación de la proporción de madres de 18 y 19 años en el Censo 2005 respecto a la ENDS 2005.

Con el fin de profundizar en esta hipótesis, el gráfico 3 muestra la proporción de adolescentes con al menos un hijo nacido vivo (proporción de madres) con base en los últimos censos de población y las ENDS más recientes. Como estimativos para el Censo 2005, se incluye la proporción de madres adolescentes ajustadas por No informa mediante el método de El Badry (Censo EB) y también la proporción de madres adolescentes sin ningún ajuste, pero tomando en cuenta los No informa en la población de referencia. Para el caso de las ENDS, se incluye tanto el estimativo, como los límites superior e inferior del 95% de confianza. Claramente, cualquiera de los dos estimativos para el Censo 2005 está muy por debajo de la tendencia observada, lo cual confirma la subestimación de la fecundidad en el Censo 2005.

Al igual que el indicador de proporción de adolescentes madres, la tasa específica de fecundidad para las adolescentes de 15-19 años también muestra niveles mucho más bajos que los estimados por otras fuentes. La tasa específica de fecundidad en el grupo 15-19 años estimada a partir del Censo 2005 es de 69 por mil, mientras que es de 90 por mil según la Encuesta Nacional de Demografía y Salud del 2005 (para los 3 años anteriores a la encuesta) y se estimó en 96 por mil en el estudio de Conciliación censal realizado por el DANE (2007). Estos resultados claramente confirman una subestimación del nivel de la tasa de fecundidad adolescente estimada con base en el Censo 2005, consecuencia del subregistro de HNV.

2.5. La calidad de la información

En resumen, varios son los problemas y bondades identificadas en la información del Censo 2005 para el estudio de la fecundidad –información sobre hijos nacidos vivos–. En general, puede decirse que: • Las reglas de imputación definidas, diferentes para las mujeres de 12 a 14 años y no suficientes para la consistencia entre tiene HNV y fecha del UHNV –dada la falta de control entre el flujo de estas dos preguntas en los formularios en papel y transcritos a las DMC– pudieron generar alguna subestimación de las mujeres con HNV.

• El periodo extendido tuvo impacto sobre el registro del año de nacimiento del último hijo nacido vivo para las mujeres censadas en 2006. La información de la base final sugiere que algunos de estos nacimientos fueron registrados en enero y diciembre de 2005, y otros fueron clasificados como No informa.

Este hecho afecta el número de nacimientos en el último año, y por lo tanto, afecta la tasa específica de fecundidad adolescente. Es de esperarse que el periodo extendido, por sí solo, no haya tenido efecto alguno sobre la proporción de mujeres con HNV; sin embargo, es posible que haya subestimado el número de mujeres con HNV al no lograr ubicarles fecha de nacimiento del UHNV.

• En comparación con los censos anteriores, el nivel de No informa en el Censo 2005 es significativamente menor que el de los censos anteriores.

• En comparación con las ENDS de las últimas décadas, la proporción de adolescentes madres de 18 y 19 años parece estar subestimada en el Censo 2005, lo cual implica que este indicador para el conjunto de madres adolescentes de 12-19 años o de 15-19 años también debe estar subestimado.

Dados estos resultados, se considera que la información del Censo general 2005 tiene limitaciones para estimar la tasa específica de fecundidad adolescente, también para hacer análisis de tendencias de la proporción de adolescentes madres: ambos indicadores estarían subestimados y sesgados. Es necesario realizar estudios en profundidad sobre esta problemática, como los recomendados por Baldión (2008) al DANE.

3. Diferenciales geográficos

A pesar de que la evidencia sugiere una subestimación de la fecundidad adolescente en el Censo 2005, éste es una fuente única para identificar diferenciales a niveles geográficos pequeños; por lo tanto, la proporción de adolescentes madres se utiliza para identificar diferenciales geográficos y educativos. Las secciones siguientes analizan la maternidad adolescente por zona de residencia, nivel de urbanización y departamento.

En caso de que la subestimación existente no sea homogénea entre grupos socioeconómicos o geográficos, los diferenciales aquí identificados estarían sesgados; por consiguiente, los resultados deben tomarse con estas limitaciones.

Dado que el nivel de subestimación de la proporción de adolescentes madres es mayor cuando se incluyen los No informa, en los análisis siguientes se excluyen, con el fin de compensar en algo el nivel de subestimación.

Los resultados del Censo 2005 indican que menos del 10% de las adolescentes de 12-19 años (9,2%) y alrededor del 15% de las de 15-19 años son madres. La proporción de adolescentes madres aumenta significativamente con la edad, especialmente a partir de los 15 años (gráfico 4); por ejemplo, a los 17 años, casi un 14% ya son madres y a los 19 años la cifra se aproxima al 30%3. Como algunos estudios lo han demostrado, niveles altos de fecundidad temprana tienen implicaciones negativas tanto para el niño –en términos de salud–, como para la madre –en términos educativos y laborales.

3.1. Zona de residencia y nivel de urbanización

A pesar de la subestimación de la fecundidad en el Censo 2005, los resultados muestran unos niveles de fecundidad adolescente relativamente altos en las zonas rurales, respecto a las urbanas.

La proporción de adolescentes de 12-19 años que son madres es del 8% en las zonas urbanas y de casi el 13% en las rurales. Si se hace referencia sólo al grupo de edad de 15-19 años, la proporción de adolescentes madres aumenta al 13% en las zonas urbanas y al 21% en las rurales.

Esto indica una maternidad adolescente 1,6 veces mayor en las zonas rurales respecto a las urbanas. La fecundidad, tanto adolescente como global, generalmente es superior en las zonas rurales que en las urbanas, y más alta a medida que disminuye el nivel de urbanización, en razón al mayor acceso a la educación, a los servicios de salud sexual y reproductiva, y en general, a mejores condiciones de vida en las zonas más urbanizadas.

La maternidad en las zonas rurales, además de ser mayor que en las urbanas, se inicia más temprano y con más intensidad. El diferencial rural/ urbano es superior en las edades tempranas, y disminuye con la edad: a los 12-14 años, la proporción de madres rurales es 2,3 veces la urbana, mientras que a los 18-19 años el diferencial es de 1,7. A los 17 años, alrededor de una de cada cinco adolescentes rurales (20%) y una de cada ocho adolescentes urbanas (12,5%) son madres; en cambio a los 19 años, una de cada 2,3 adolescentes rurales (44%) y una de cada cuatro de las urbanas (25%) ya son madres (gráfico 5).

El diferencial en fecundidad adolescente en contra de las zonas rurales, se hace evidente también cuando se desagrega por nivel de urbanización.El cuadro 6 muestra que la proporción de adolescentes madres entre 12-19 años es del 11% en los conglomerados de menos de 50.000 habitantes y del 7,5% en las ciudades de más de un millón de habitantes. Los diferenciales son aún mayores a edades más tempranas: a los 12-14 años, la relación entre ellos es de 2,2 indicando una fecundidad de más del doble en los pueblos pequeños frente a las grandes ciudades.

3.2. Departamento

Al igual que entre la zona urbana y la rural, existen grandes diferenciales en el nivel de fecundidad adolescente entre departamentos (gráfico 6).La proporción de adolescentes madres de 12-19 años fluctúa entre el 7% en Bogotá y el 17% en los departamentos de los antiguos territorios nacionales; para aquellas entre 18-19 años, el indicador está entre el 19% en Bogotá y el 44% en los antiguos Territorios Nacionales. Al igual que a nivel nacional, en el interior de los departamentos existen grandes diferenciales ruralurbano, que son mayores en los departamentos de menor nivel de desarrollo, como son los antiguos territorios nacionales.

4. Diferenciales educativos

Varios estudios han demostrado que la maternidad precoz tiene implicaciones educativas y laborales negativas para la joven madre, ya que trunca la trayectoria educativa y aumenta la probabilidad de obtener empleos de baja calidad y bajos ingresos (Núñez y Cuesta, 2006; Flórez y Soto, 2007). Esté capítulo se centra en la relación entre educación y fecundidad adolescente.

Dado que la información censal es de corte transversal, no permite deducir causalidad entre la maternidad y el desempeño educativo o laboral, pero sí permite evidenciar si existe o no una relación entre ellos.

4.1. Asistencia escolar

El periodo de la adolescencia teóricamente se caracteriza por ser una etapa de la vida en que la formación educativa es uno de los principales roles que se debe desempeñar. De acuerdo con la Constitución colombiana de 1991, la asistencia escolar es obligatoria hasta completar la educación básica, que corresponde al grado noveno.

Suponiendo que un niño inicia su primer grado a los 7 años, debería observarse una asistencia escolar casi universal por lo menos hasta los 15 años de edad, cuando un individuo estaría terminando el ciclo básico. Los resultados del Censo 2005 indican una asistencia del 91% a la edad de 12 años, del 80% a los 15 años y de tan solo el 36% a los 19 años, es decir, a pesar de que la asistencia escolar es alta en la primaria, durante la secundaria disminuye significativamente, y un poco más de la tercera parte logra terminarla y/o continuar con la educacion superior. La deserción escolar durante la secundaria, y especialmente al terminar ésta, es un problema que aún es muy importante en el contexto colombiano. Este patrón de asistencia escolar es común a las zonas urbanas y rurales, aunque en la rural el nivel es mucho menor: a los 12 años, el 94% de las adolescentes urbanas asiste a un centro educativo, mientras en la zona rural el 83% lo hace, y a los 19 años, tan solo el 41% de las urbanas y el 18% de las rurales están estudiando (gráfico 7).

Las razones de no asistencia escolar son fundamentalmente económicas, tanto en la zona urbana como rural: cerca de la mitad de las adolescentes que no estudian aducen razones de altos costos o de necesidad de trabajar (gráfico 8). Sin embargo, también cerca de la mitad menciona “otras causas” de no asistencia, la cual puede referirse a la falta de interés en los contenidos de los pénsum académicos. Dentro de las razones de no asistencia, alrededor de un 10% menciona el embarazo; esta cifra, relativamente importante, implicaría una menor asistencia escolar entre las adolescentes madres.

El cuadro 7 muestra que, en efecto, hay una menor asistencia escolar entre las adolescentes madres que entre las adolescentes sin hijos, tanto en la zona urbana como en la rural. La asistencia escolar es del 76% entre las adolescentes sin hijos, pero no llega al 14% entre aquellas que son madres; estos resultados confirman lo que otros estudios indican sobre la relación negativa entre asistencia escolar y maternidad temprana.

4.2. Nivel educativo

Suponiendo que se cumpliera el mandato de la Constitución de una educación obligatoria hasta completar la secundaria básica, a los 15 años una adolescente debería tener 9 años de educación; sin embargo, la alta de serción escolar y la repitencia hacen que el promedio de años de educación sea de 7,6 años entre las adolescentes de 15 años y de solo 9,4 años entre aquellas de 19 años. Estos diferenciales en asistencia, favorables a las zonas urbanas, hacen que el promedio de años de educación a los 19 años sea de 10 años en las adolescentes urbanas y tan solo 7 años, en las rurales (gráfico 9).

La relación negativa entre asistencia escolar y maternidad adolescente hace que el capital educativo adquirido se vea disminuido entre las adolescentes madres. El cuadro 8 muestra que las adolescentes con hijos tienen un menor nivel educativo que aquellas que no tienen hijos, tanto en la zona urbana como en la rural; por ejemplo, entre las adolescentes de 15-17 años, quienes teóricamente deberían tener al menos 9 años de educación, el 59% tiene algo de secundaria, mientras que entre las que no tienen hijos llega al 86%.

Estos diferenciales están presentes tanto en la zona urbana como en la rural. El gráfico 10 muestra que entre las adolescentes urbanas de 18-19 años, hay un mayor porcentaje con al menos secundaria, entre las que no tienen hijos (93,5%), que entre aquellas que son madres (77, 4%); en la zona rural, estas proporciones son del 66% y el 42%, respectivamente. Claramente, como otros estudios lo han demostrado, los resultados del Censo 2005 confirman la relación negativa entre nivel educativo y la maternidad precoz.

5. Adolescencia y maternidad

De acuerdo con el marco conceptual esbozado en el capítulo 2, la nupcialidad es uno de los determinantes próximos de la fecundidad. Estudios previos indican que en los últimos años se ha dado un aumento significativo en la importancia de las uniones consensuales, frente a las uniones legales/religiosas, especialmente entre las adolescentes (Flórez, Vargas, et al., 2004).

Igualmente, se ha demostrado que en las últimas décadas se ha dado un aumento en la prevalencia del madre-solterismo entre las adolescentes, debido tanto a un inicio más temprano y más rápido de las relaciones sexuales, como a una estabilidad de la edad a la primera unión (legal/consensual). Frente a estos resultados, este capítulo está dedicado al análisis del estado conyugal como indicador de nupcialidad y su relación con la maternidad temprana.

5.1. Estado conyugal

La unión, legal o consensual, en las adolescentes es un hecho que muestra importancia en las edades tardías de este periodo de la vida: a los 19 años, un 25% de las adolescentes ya está unida (gráfico 11), pero antes de los 15 años, el porcentaje de unidas solo llega al 5%.

En comparación con la prevalencia de la maternidad por edad, estas cifras parecerían sugerir que la maternidad temprana se da dentro de las uniones también constituidas tempranamente, debido a que, a cada edad, el porcentaje de adolescentes alguna vez unidas (AVU) es mayor que el porcentaje de adolescentes madres (gráfico 12), solo a los 19 años se observa un porcentaje de madres levemente superior a las de AVU.

No obstante, el panorama es otro cuando se considera simultáneamente maternidad y estado conyugal. El cuadro 9 muestra claramente que la tasa de maternidad adolescente es mayor entre las unidas/casadas que entre las solteras, tanto para la zona urbana como la rural; aunque la proporción de madres entre las adolescentes solteras no es despreciable. Así, entre las adolecentes solteras un 3,6% son madres y como era de esperarse, este porcentaje aumenta con la edad: entre las adolescentes solteras de 18-19 años, un 11,5% son madres, y llega al 15% entre las adolescentes solteras rurales. Estas cifras, relativamente altas, confirman lo que otros estudios sugieren sobre un aumento del madre-solterismo asociado a la creciente importancia de la fecundidad adolescente (Flórez y Soto, 2007).

Otra evidencia de la importancia del fenómeno del madre-solterismo es la alta proporción de las solteras entre las adolescentes madres. El cuadro 9 y el gráfico 13 muestran que el 36% de las adolescentes madres son solteras; este fenómeno es aún más acentuado en la zona urbana que en la rural, donde el 40% de las adolescentes madres son solteras.

Bajo estas condiciones, la prevalencia de la maternidad adolescente adquiere mayor importancia y atención de las políticas públicas al respecto. Como lo sugieren otros estudios, la maternidad adolescente entre las solteras es en gran parte consecuencia, entre otros factores, de la falta de acceso a los servicios de salud sexual y reproductiva, de un desconocimiento del uso adecuado de los métodos de control natal, así como de la percepción de invulnerabilidad entre los adolescentes (Flórez, Vargas, et al., 2004).

5.2. Posición en el hogar

Como lo evidencia Rodríguez (2003), es de esperarse que las jóvenes madres, especialmente las solteras, no constituyan un hogar independiente sino que, por el contrario, continúen formando parte del hogar materno y sean las madres de las adolescentes quienes asuman la crianza de los niños.

El cuadro 10 confirma esta hipótesis: el 77% de las adolescentes madres vive en la casa de sus padres y un 8% vive con los abuelos. Este fenómeno es igual de importante en la zona urbana que en la rural, y refleja las condiciones en las cuales generalmente se da la maternidad entre las adolescentes solteras: embarazos no deseados.

6. Conclusiones

Los resultados indican que la calidad de la información sobre hijos nacidos vivos en el Censo 2005 presenta deficiencias que: (1) no permiten obtener un estimativo confiable de la tasa específica de fecundidad para las adolescentes, y (2) generan niveles subestimados de la proporción de adolescentes madres. Este último indicador, calculado con base en el Censo 2005, está por debajo de los rangos esperados a partir de los censos anteriores y de las Encuestas Nacionales de Demografía y Salud de las últimas décadas.

Este hecho limita el uso de los resultados del Censo para evaluar la tendencia de la fecundidad adolescente, a niveles agregados o a niveles geográficos desagregados.

A pesar de estas limitaciones del Censo 2005, se usa la proporción de adolescentes madres para analizar los diferenciales geográficos y educativos.

Los resultados indican que: • A pesar de la subestimación de la fecundidad en el Censo 2005, se observan unos niveles de fecundidad adolescente relativamente altos: a los 17 años, alrededor del 20% de adolescentes rurales y el 12,5% de las urbanas son madres.

• A pesar del estado avanzado de transición demográfica en que se encuentra el país, hay gran heterogeneidad en los niveles de fecundidad adolescente. Como era de esperarse, la fecundidad adolescente es mayor en las zonas rurales que en las urbanas, disminuye con el nivel de urbanización y con el nivel socioeconómico de la región/departamento.

Bogotá, la región más urbanizada y desarrollada, tiene los menores niveles de fecundidad adolescente (7%), mientras que los antiguos Territorios Nacionales, de menor nivel de desarrollo, son los de mayor prevalencia de la maternidad adolescente (17%).

• Se confirma la relación negativa entre asistencia escolar y maternidad adolescente: la asistencia escolar es del 76% entre las adolescentes sin hijos, pero no llega al 14% entre aquellas que son madres.

• Igualmente, se ratifica la relación negativa entre adquisición de capital humano y fecundidad adolescente: entre las adolescentes de 15 a 17 años con hijos, el 59% tiene nivel de educación secundaria, mientras que solo es del 86% entre las que no tienen hijos.

• Se comprueba la importancia del madre-solterismo, fenómeno asociado a la fecundidad adolescente: de una parte, el 11% de las adolescentes solteras de 18 a 19 años son madres, y de otra, un 36% de las adolescentes madres son solteras, cifra que llega al 40% si solo se considera la zona urbana.

• Asociado al fenómeno del madre-solterismo, los resultados indican que las jóvenes madres no constituyen un hogar independiente y siguen formando parte del hogar materno; además, las madres de las adolescentes son quienes asumen la crianza de los niños.

En general, los resultados evidencian las condiciones en las cuales se está dando la maternidad adolescente, con sus implicaciones negativas tanto para la joven madre como para el niño: la madre ve truncada su trayectoria educativa y en el futuro se ve afectado su desempeño laboral; mientras que el niño, no sólo tiene menores probabilidades de sobrevivencia, sino que implica una carga adicional para la madre de la joven adolescente. Estos resultados confirman aún más la importancia de diseñar políticas sociales y de salud dirigidas a enfrentar este problema en las adolescentes.

Dada la heterogeneidad geográfica y socioeconómica del fenómeno de la maternidad entre las adolescentes, evidenciada por el Censo 2005, los programas sociales y de salud deben enfatizar la focalización para poder llegar a los grupos de mayor maternidad adolescente.

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1Ph.D; Profesor titular, investigador Facultad de Economía, CEDE Universidad de los Andes. cflorez@uniandes.edu.co

2La distribución de nacimientos, más sesgada hacia años recientes entre las adolescentes que entre el total de mujeres en edad fértil, se explica por el menor tiempo de exposición de las adolescentes.

3 A diferencia de los años anteriores, en el Censo 2005, el indicador no muestra un quiebre a los 17, años cuando el aumento en la fecundidad se acelera, sino que se da un amento gradual suavizado entre los 12 y los 19 años.