¿Por qué Charles Darwin?

Ajuste al nivel anual y ajuste estacional
en el Sistema Canadiense de Cuentas
Nacionales

Gylliane Gervais – Erika Young

Comprensión de los efectos introducidos por cambios en los instrumentos de
medición de la Encuesta Continua de
Hogares: un abordaje desde los diseños
experimentales

Ángela Luna Hernández

La estadística estratégica del sector
agropecuario en Colombia: un nuevo
modelo de oferta

Javier Alberto Gutiérrez López

Trayectorias empresariales:
destrucción creativa, economías de
escala, exportaciones y empleo

Jan Ter Wengel

Ajuste estacional de la tasa de
desempleo para las trece principales
áreas y ciudades colombianas en el
periodo 2000 - 2006

Francisco José Pérez Torres

Prensa – Libros
Jorge Eduardo Estrada Villegas

Separata

Héctor Maldonado Gómez
Director del DANE

 

El siguiente es el discurso proclamado por el Director del DANE, Héctor Maldonado Gómez, en el marco de la ceremonia de celebración de los 55 años del DANE, realizada el 6 de noviembre de 2008, en las instalaciones de la Institución, con la presencia de personalidades de la política nacional, entre ellos el ex presidente Belisario Betancur.
Indudablemente los 55 años de nuestra trayectoria institucional están ligados a la historia del país y, de qué manera. No se trata de señalar aquí lo que a todas luces parece evidente; se trata, más bien, de una lectura desde su quehacer: el de las estadísticas.
Quehacer que para algunos, ajenos a sus complejidades, se aparenta rutinario y monótono, pero que nuestra cotidianidad, con los retos que supone el conocer de primera mano datos sobre nuestro devenir económico o social, se ha encargado de hacernos comprender su carácter estratégico para el país.
Honorables asistentes y colegas: permítanme utilizar este motivo gratificante del cumpleaños de la familia DANE, para emprender una corta travesía espacio-temporal por los principales hitos de nuestra nación, a través de estos lentes, los lentes de la estadística; sin otro interés que el de rendir homenaje a aquellos que, de una u otra manera, han contribuido al desarrollo de esta institución y, por ende, al del país.
Si bien el siglo XIX fue en Europa un período importante para el desarrollo de los cimientos de la estadística y la geografía moderna, y donde se fijan los primeros criterios internacionales de armonización estadística, manejo de fuentes y sistemas estadísticos nacionales; en Colombia, sólo hasta el año 1912, con motivo del censo de población, se incorporan algunos de estos elementos. Bajo el propósito de “conocer el estado moral de la nación”, este censo, impulsado por el gobierno de Carlos E. Restrepo (1910-1914), contabilizó 5 millones 72 mil habitantes y planteó, por primera vez, la necesidad de una mirada integral desde el Estado, tanto de la población como del territorio y, con ello, favorecer el despliegue consciente de la identidad nacional.
Así mismo, aparecen las primeras previsiones de lo que hoy denominamos “reserva estadística”, que invocan la responsabilidad y prudencia de los funcionarios encargados de tal tarea. En este sentido, una de las publicaciones importantes de la época señalaba:
“El empadronamiento implica varias y muy penosas confesiones. Parte de lo que allí aparezca, serán pecados sociales y, lo demás, serán pequeñas culpas y deficiencias hijas de ellos. Casi todos los habitantes de todos los pisos de todas las casas de todos los pueblos de todo el país, tienen larga pericia en asuntos de confesión; pero lo que es para este caso civil, ya costará su trabajito hacerlos confesar”1.
Del mismo modo, se presentan requerimientos en la exactitud de los datos oficiales publicados, fruto de la experiencia vivida en 1906 con la publicación de una exagerada estadística sobre la incidencia de la lepra en Colombia, calculada en 100 000 casos, lo que generó una conmoción en el país y en sus relaciones comerciales internacionales, cuando en realidad, luego de un estudio estadístico realizado en 1912 por La Junta Central de Higiene, se detectó que sólo había 4 802 casos, al punto que llevó al presidente Rafael Reyes a declarar:
“Este asunto es para mi país más importante que el papel moneda, que los ferrocarriles, que la instrucción pública y que cualquier otro, y solamente comparable en su importancia, a la conservación de la paz”2.
Ya desde su nacimiento como departamento administrativo, en 1953 durante la administración Rojas Pinilla, el DANE presenciaba una Colombia en plena transformación.
En 41 años, desde 1912, el país apenas había duplicado su población al alcanzar la cifra de 11 548 172 personas3 y mantenía un perfil social, institucional y productivo fuertemente agrario; así, para 1951, según el Censo de Edificios y Viviendas de ese año, la nación contaba con 817 municipios donde, en promedio, el 24% de la población vivía en las cabeceras municipales, el 49% sabía leer y escribir y, de las viviendas familiares censadas en ese año, no tenían servicio de agua, luz, sanitario y baño, el 84%, el 86%, el 82% y el 93%, respectivamente. De otro lado, se vivía un acumulado de tensiones políticas, sociales y culturales que habrían de alcanzar la cúspide en los años cincuenta, augurando muchos de los profundos cambios que transformarían radicalmente la fisonomía nacional en la segunda mitad del siglo XX. Muchos de estos síntomas de cambio tendrían que ver con algunos desarrollos de la institucionalidad estatal, considerados para la época como signos importantes de modernidad, entre los cuales se contaba la necesidad de un organismo nacional de planeación y uno de estadística.
Pero son las revoluciones demográfica4 y de poblamiento urbano de los años cincuenta y sesenta, las que marcan uno de los hitos más trascendentes de la rápida y compleja dinámica socioeconómica, cultural e institucional del país5. Así, en cuestión de un poco más de 30 años, ciudades como Bogotá pasan de tener una población cercana a las 700 000 personas en 1951, a casi 4 millones (3 974 813) en 1985. También ciudades como Medellín, Cali y Barranquilla, como polos de atracción regional para asentamiento de la población, se constituyen durante este período en las ciudades más importantes del país, después de Bogotá.
Según varios estudios6, dicha transición demográfica y de urbanización obedeció a la conjunción de múltiples factores, entre los cuales adquiere relevancia el mejoramiento de las condiciones de vida de la población urbana, debido a importantes programas de salud y cobertura de los servicios básicos, así como la rápida actualización de medios de lucha contra las enfermedades infecciosas y parasitarias; la introducción y uso de avances tecnológicos médicos, y la ampliación del gasto público en educación.
En el ámbito institucional y, al contrario del resto del continente, en particular del Cono sur y Centroamérica, el proceso de avance de la democracia dará cuenta de una de las excepciones que en esta materia conviertan a Colombia en una de las democracias más estables y consolidadas de Latinoamérica, junto con la de Costa Rica.
Con todo, las décadas de los cincuenta y sesenta dan paso a una importante centralidad del Estado, con intervenciones sustanciales en los procesos de industrialización bajo paradigmas cepalinos de sustitución de importaciones; con inversiones sustantivas en educación, salud y obras públicas e infraestructura urbana en los años cincuenta7, principalmente impulsadas por la bonanza cafetera de 1952-1953, cuando el café tenía una participación del 80,27% en el total de las exportaciones del país, lo que permitió una relativa estabilidad macroeconómica y un rápido incremento de las importaciones y del gasto público, y una tasa de crecimiento por encima del 6%.
Las crisis fiscal y externa de mediados de los sesenta llevan al gobierno del presidente Lleras Restrepo (1966-1970) a diseñar una estrategia de desarrollo fundamentada en la industrialización de bienes intermedios y de capital, la reforma agraria y la reorganización del comercio internacional, a través de la diversificación de las exportaciones y del Pacto Andino; planteando para ello la modernización del Estado, y quitándole al Congreso la iniciativa del gasto (DANE, 2008:48).
Es el doctor Lleras quien le dará gran impulso a la estadística nacional, desde sus tiempos en la Contraloría, cuando escribió su libro La Estadística Nacional, su organización y sus problemas, y como Presidente, al trasladar las cuentas nacionales del Banco de la República al DANE y promulgar su Estatuto Orgánico en 1968.
De igual modo, es para el DANE un período de una rica y diversificada producción estadística, en el que sobresalen: las Cuentas Nacionales; la Encuesta Anual Manufacturera, aplicada desde 1955; el Censo Económico de 1954 y 1970; el primer programa de planeación estadística elaborado por el DANE en 1958; la Encuesta de Ingresos y Gastos a las familias, que da origen al IPC-20 con cobertura en 7 ciudades en 1954, y el Censo Agropecuario en 1970.
La década de los setenta fue para Colombia una época de transición, de cambios y continuidades. Al seguir las tendencias latinoamericanas en las que la industrialización y los mercados internos fueron la base del dinamismo durante tres décadas (1950-1980), se presentaron tasas de crecimiento sostenido promedio anual, cercanas al 6%, procesos de urbanización acelerada y nuevas demandas sociales, características de estos procesos. Colombia presentó en 1978 los mejores registros en cuanto al PIB y consumo per cápita desde 1965, creciendo a una tasa del 5,66% y el 5,67%, respectivamente. Condiciones que se modificaron en los años subsiguientes debido a las limitaciones de los mercados internos y las perturbaciones internacionales, tales como el comportamiento de los precios petroleros y la acumulación y encarecimiento de la deuda externa, que condujeron a una disminución de la actividad económica y a la exacerbación de la inflación.
A diferencia de algunos países del Cono Sur, que como Chile inician procesos de ajuste estructural para su reinserción en la economía mundial, en el país se sigue intentando un desarrollo industrial sustitutivo con algunos signos de agotamiento. Así, para julio de 1977, se registra la variación más alta del IPC con el 41,65%, acumulada doce meses; una tasa de crecimiento promedio anual del PIB que pasa del 5,7%, para el periodo 1970-1979, al 3,3% en 1980-1989; y una deuda externa que se cuadruplica durante el periodo 1975-1985 (de
3 593 millones a 14 063 millones de dólares). A pesar de ello, sin las bruscas incidencias económicas y sociales que para el resto de países del continente significó este cambio de tendencias en los años ochenta.
Este período ha sido considerado como la década perdida en lo económico para Latinoamérica, con una tasa de crecimiento promedio anual del PIB del 1,2% durante 1980-1989, pero de gran trascendencia en lo político, pues luego de 1983 casi todos los países del continente cuentan con regímenes democráticos o de transición a la democracia.
En contraste, en otros ámbitos de la vida nacional, estas décadas fueron signadas por los cambios en la sociedad que introdujo el “boom” de la economía del narcotráfico y la expansión de la insurgencia armada (DANE, 2008:50).
En materia estadística, estos años presenciaron un desarrollo importante en las Cuentas Nacionales del DANE, cuya primera producción de la serie 1970-1980 se publicó en 1982; igualmente para las encuestas de hogares, cuya serie continua de mercado laboral empezó en el DANE en 1976, con una periodicidad trimestral.
Los años noventa son para el país una época de ajuste estructural y de cambios en los paradigmas del desarrollo, siguiendo los derroteros del ejemplo chileno. Así, adquieren relevancia temas como la apertura económica; la “modernización del estado”, entendida como reducción de su tamaño, con la eliminación de entidades y privatización de empresas públicas; y la reducción de impuestos directos a la renta e incremento de los indirectos. Pero también, años de guerra al narcotráfico, de procesos de paz fallidos con la insurgencia y de crisis económica a finales del decenio (1998-2001). Desaceleración económica atribuida, por algunos analistas, a factores como: “la intensificación del conflicto armado; el aumento del gasto público con el consecuente deterioro de las finanzas públicas y el debilitamiento de las condiciones externas, entre ellas, la caída del intercambio y la volatilidad de los flujos de capitales, con la consiguiente disminución de la inversión privada debido a la pérdida de confianza en la economía” (DANE, 2008:54).
Así, se presentó en 1999 el menor crecimiento de la economía con el -4,2%; la menor participación de la inversión total en el PIB con el 12,8%; una reducción de 13 puntos porcentuales del PIB de la inversión total de la economía en sólo 4 años; la tasa de crecimiento más baja que ha experimentado el PIB y el consumo per cápita desde 1965 con el -5,96% y el -7,13%, respectivamente.
La entrada de Colombia al siglo XXI, sin duda marca una distancia profunda con respecto a las décadas precedentes. Distintos ámbitos de la vida nacional han sido fuertemente transformados; baste con señalar el círculo virtuoso que se ha creado, desde 2002, con la plataforma programática del gobierno del presidente Uribe en torno al “estado comunitario”, y el desarrollo consistente de la “política de seguridad democrática”. Resultados que de manera resumida en el plano del crecimiento económico, muestran un crecimiento sostenido del PIB, que a partir de 2003 completa 6 años, y cuyo pico se alcanzó en 2007 con el 7,62%, constituyendo uno de los más altos de los últimos 30 años.
Pero más allá de estas contingencias y complejidades de nuestra vida nacional, con sus restricciones, desencuentros y conflictos, debo resaltar la trasendencia de todos estos resultados, para el cumplimiento de la meta “país de largo plazo” planteada por este gobierno en la “Visión Colombia II Centenario: 2019”, puesto que supone la entrada plena y esperanzadora de nuestra sociedad al siglo XXI. A lo que Castells denomina “la sociedad red”, que surge en este nuevo contexto específico del desarrollo tecnológico, las comunicaciones y la globalización económica y social, y que desde nuestro quehacer, define retos muy importantes para el logro de una “sociedad informada”.
Es así como ya venimos trabajando en mantener actualizadas las series estadísticas con énfasis en su calidad; hemos logrado una mayor cobertura temática con más de 65 investigaciones y con una cobertura geográfica que ha llevado a la inclusión de 24 capitales de departamento en sus principales encuestas. Y siempre con las puertas abiertas a una vinculación de técnicos del más alto nivel, de organismos y entidades internacionales.
La tarea del Departamento Administrativo Nacional de Estadística en la producción, la difusión y la organización de la estadística del país, ahora más que nunca, es un pilar fundamental de la democracia, la cohesión social y el desarrollo económico.
¡Muchas gracias!

1“Para verdades, el censo”. En: El Gráfico. Semanario Ilustrado. Nro. 75, 2 de marzo de 1912, tomado de: Prieto (2005: 7) “Una anatomía de la población colombiana: la técnica estadística en Colombia y el levantamiento del censo de población en 1912”.

2 Martínez, Abel Fernando y Guatibonza, Samuel Alfonso (2005). Cómo Colombia logró ser la primera potencia leprosa del mundo: 1869-1916.

3 Según datos del Censo de 1951 (DANE, 1955).

4 En 1905-1912 las tasas de natalidad y mortalidad eran del 42,51% y 23,41%, respectivamente, en tanto que para los periodos 1950-1955 eran del 47,44% y 16,27%; y, en 1980-1985, del 29,86% y 6,66%, respectivamente (DANE, 2008: 98).

5 Flórez, Carmen Elisa (2000): Las transformaciones sociodemográficas en Colombia durante el siglo XX. Banco de la República y Tercer Mundo Editores, primera edición.

6 Ibid.

7 La Refinería de Barrancabermeja, el ferrocarril del Atlántico, el aeropuerto El Dorado en Bogotá; el Centro Administrativo Nacional (CAN), la carretera Bogotá-Tunja, la siderúrgica Paz del Río, la nueva sede del Hospital Militar, el Club Militar, el nuevo Observatorio Astronómico Nacional, la adquisición de los ferrocarriles de Ambalema, Cundinamarca y La Dorada, y, la Televisión Nacional.